(PD).- Los narcoterroristas de las FARC fueron los únicos responsables de la matanza. Lo hicieron por «paranoicos, por miedo, por cobardía», dijo Sigifredo López, el único que sobrevivió a la masacre de los once diputados del Valle del Cauca que fueron acribillados a balazos el 11 de abril del 2006.
Todo el país esperaba que revelara lo que en realidad ocurrió aquél trágico día, puesto que sólo había conjeturas y existía la duda de que la masacre fuera la respuesta a un fallido rescate militar. En una rueda de prensa celebrada a las pocas horas de su liberación, López explicó que fueron los mismos guerrilleros que les custodiaban los que dispararon después de que otros subversivos de un Frente de guerra distinto, el 29, llegaran al campamento sin avisar.
El destino quiso que estuviera alejado de sus compañeros, con lo que compartió cinco años de cautiverio, por un castigo. Le había increpado a uno de sus carceleros por insultarle y como les sentó mal, decidieron apartarle unos metros del resto del grupo, encadenarle y mantenerlo aislado varios días.
También aclaró que no sucedió de noche, como los médicos forenses presumieron en su día, sino después del almuerzo, sobre el mediodía. Una vez cesaron los disparos, que no duraron más de cinco minutos, le trasladaron de lugar, por lo que pasaron varios días hasta conoció la tragedia. Suponía que sus amigos se encontraban en otro lado y que el tiroteo podría haber sido un intento de cazar una especie de jabalíes que a veces la guerrilla mataba a ráfagas.
‘Ver a mi familia borra todo’
«Ver a mi familia, borra todo. Pero lo que le hicieron a mis compañeros, les confieso que no he podido perdonarlo. No siento odio ni venganza; pero si el perdón es el olvido, debo decir que he olvidado con la razón», manifestó conteniendo el llanto.
«Pero en términos humanos solamente perdonaré el día que el comandante que dio la orden de asesinarlos les pida perdón de corazón a los hijos. Que les digan que su papá fueron hombres dignos, que murieron como hombres dignos».
Para él, más que las condiciones duras en las que soportaron el secuestro, lo más duro fue perder a quienes consideró sus hermanos y no poder cumplir el sueño de su vida: ser padre. «No soñé ser político, soñé siempre ser papá».
Tanto en el largo encuentro con periodistas –justificó que se extendiera en las respuestas porque llevaba año y medio sin apenas hablar con nadie-, como en el discurso que pronunció en la plaza junto al edificio que alberga la Asamblea del Valle, de donde les raptaron, más que dar detalles sobre las condiciones del cautiverio, se dedicó a insistir una y otra vez en el intercambio humanitario.
El ‘harakiri’ de las FARC
Pidió al Presidente Álvaro Uribe que lo hiciera ya que la vida de los veintidós policías y militares que aún siguen en la selva está por encima de cualquier otra consideración política y nunca supondrá una muestra de debilidad ni perjudicará la seguridad democrática.
«Las FARC se han dado cuenta de que se están haciendo el harakiri con las masacres, los secuestros», manifestó. «(Las liberaciones) no son un gesto humanitario de las FARC sino un acto político, un paso en la dirección correcta».