La «chola» boliviana vence el estereotipo indígena y asume nuevos roles

La "chola" boliviana vence el estereotipo indígena y asume nuevos roles

La mujer «chola» de Bolivia asume cada vez nuevos roles en la política, economía, periodismo, derecho y deporte, sin perder su identidad indígena, ni renunciar a su peculiar forma de vestir con su típico bombín, mantillas y polleras.

Son también mujeres preocupadas por su belleza y una estética que se ha convertido en un emblema de La Paz, la sede de Gobierno de Bolivia, donde la Alcaldía prepara para el próximo viernes un desfile de moda «chola» para rendirles homenaje.

En los hechos, las «cholas» bolivianas están bastante lejos de los estereotipos sobre la pasividad y la falta de modernidad que son comunes sobre mujeres indígenas: muchas de ellas rechazan el paternalismo masculino y se han labrado su independencia económica.

Las «cholas», según el sociólogo David Mendoza, constituyen «un matiz del mestizaje» en Bolivia donde hasta hace poco eran tratadas con un marcado racismo que, sin embargo, va remitiendo poco a poco en los últimos años.

«La chola de hoy tiene un reconocimiento social y una influencia política que se suma a la económica que siempre ha tenido. Ahora, la chola tiene un capital simbólico que crece porque la sociedad le da el lugar que corresponde», dijo Mendoza a Efe.

En La Paz, es habitual ver a estas mujeres con su bombín, sus típicas mantas y polleras coloridas, ocupando calles en diversas actividades comerciales, en protestas sociales o cargando a sus hijos a las espaldas.

Con cariño, suele llamárseles «cholitas» para evitar cierto sesgo de discriminación que todavía tiene el término «chola» en La Paz donde aún se oye, aunque cada vez menos, en tono peyorativo.

Sin embargo, los cambios sociales y políticos que ha vivido Bolivia en los últimos años, de emergencia y conquistas indígenas y el triunfo político de Evo Morales, aimara e hijo de una «chola» del altiplano, contribuyeron, sin duda, a consolidar el avance de estas mujeres.

Es tal su crecimiento simbólico que, según Mendoza, muchos paceños revisan su árbol genealógico para encontrar una «chola» en sus orígenes y las «mujeres de vestido» (con ropas al estilo occidental) se disfrazan de «cholas» para alternar en festividades andinas.

Ejemplos de su avance político son las ministras de Justicia, Celima Torrico; de Agricultura, Julia Ramos, la gobernadora de Chuquisaca, Savina Cuéllar, o la jueza Amalia Morales, además de senadoras y diputadas.

Ellas constituyen la avanzadilla de una generación de mujeres indígenas que tuvo como precursora a Remedios Loza, una sencilla comunicadora que a principios de los noventa saltó de los micrófonos de una radio popular a la política para llegar al Parlamento.

Hoy los canales de televisión contratan a reporteras «cholitas» que sacan ventaja de su lengua materna, el aimara o quechua, cuando una ministra o un ministro indígena hace declaraciones en su idioma, dejando «fuera de juego» a los reporteros monolingües.

Su habilidad para el comercio también es reconocida porque, según David Mendoza, controlan hasta un 60 por ciento de los negocios en sectores como la venta de alimentos en La Paz.

Pero uno de los avances que sorprende a muchos es su incursión en el deporte extremo de la lucha libre en la ciudad de El Alto y de otro en la práctica del elitista golf, en la zona sur de La Paz.

Son también mujeres preocupadas por su belleza, con una estética caracterizada por sus típicas ropas que las más pudientes adornan con joyas de oro y plata y las menos con bisutería de fantasía.

La investigadora Marianela Mercado, que ha estudiado la historia de la vestimenta «chola», explicó a Efe que «la pollera» debe su nombre a las jaulas donde se criaban pollos en Europa en el siglo XVIII.

Angostas de arriba, anchas de abajo y en forma de cono, las polleras semejan esas jaulas, aunque con el tiempo sus diseños han cambiando y perdido, según asegura Mercado, «la cierta elegancia aristocrática» que tenían a principios del siglo pasado.

Para los extranjeros resulta sorprendente ver a las «cholitas» con el bombín, sombrero típico de los varones, pero que en Bolivia es prenda obligada para estas mujeres sea cual sea su nivel económico.

No está claro quien impuso la moda del bombín pero se cree que fue un importador que a principios del siglo XX recibió por error una partida de sombreros color café en lugar de los negros que demandaba su clientela masculina.

Sin rechazarlos, el empresario los adornó para tentar la coquetería de las «cholitas» inaugurando un negocio para fábricas de Italia, EEUU y Alemania, pero también agregando el toque de distinción que enorgullece a estas mujeres hasta hoy en día.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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