De la esposa de John McCain, Cindy, se ha dicho que está en los huesos y que «parece una Barbie pasada de rosca». Mientras, a su hija Meghan la acusan de ponerse como un botijo. Y no es ningún energúmeno machista ni ningún incontrolado demócrata quien le acusa de ello. Más bien todo lo contrario, se trata de una mujer y es republicana.
¿Pero quién es quién en este sainete post-electoral conservador?
Explica Anna Grau en ABC que Meghan es la mayor de los cuatro hijos del matrimonio formado por John y Cindy McCain. Tiene 25 años y una precoz vocación mediática. La elección presidencial de 2008 fue una gran catapulta para ella.
En muy poco tiempo inauguró un blog que hacía las veces de diario de campaña, escribió un libro sobre su padre y se registró como votante republicana. Pero ¡ojo! que esto no fue una mera formalidad; la niña McCain votó al demócrata John Kerry en las presidenciales de 2004.
Desde luego Meghan McCain no tiene nada qué ver ni con las niñas de Bush ni con las de Sarah Palin, quien por cierto le cae fatal. Meghan ha heredado de su madre la espléndida cabellera rubia y la deliciosa carita de modelo, pero bien es verdad que de modelo de las tallas 38 y 40.
De su padre reivindica la condición de «maverick» (inconformista) y la condición de republicana progre… o republicana a la carta. Meghan es partidaria de la investigación con células madre, del matrimonio homosexual y de la guerra de Irak.
¿Y por qué no, si Barack Obama arrasó moderando y hasta dejando en suspenso los aspectos más polémicos del ideario demócrata (aborto)? ¿Por qué no van a poder hacer lo mismo los republicanos y ensanchar así su base electoral? Eso es lo que intentó John McCain, aunque cada mes que pasaba parecía intentarlo con menos convicción. La elección de Palin como compañera de fórmula así lo acabó por demostrar.
Pero ganó Obama, y los republicanos se sumieron en una especie de magma de resentimiento al que por ahora no se le conoce aún un líder. Muchos lo intentan, especialmente desde tribunas mediáticas. Es la hora de los Rush Limbaugh y las Ann Coulter.
Precisamente Ann Coulter es una columnista conservadora del tipo radical y dogmático, autora de varios «best-seller» y, ya puestos, de una avinagrada delgadez. Sin duda ella y Meghan McCain contrastan como un huevo y una castaña.
Guerra mediática
Al menos así lo entendió la mediática McCain cuando en un comentario en su blog del periódico digital «The Daily Beast», acusó a Coulter de espantar al voto joven con un discurso extremista en el que, por ejemplo, aconseja a los judíos que se «perfeccionen haciéndose cristianos»… Según Meghan McCain, cabría preguntarse si no será que «lo único que quiere Coulter es provocar para vender libros» y que no le importa un bledo quién gane las elecciones.
Coulter no respondió a esta reflexión. Lo hizo la comentarista radiofónica conservadora, Laura Ingraham, que entró a degüello con sus más ácidos comentarios entre los que incluía el de calificar a Meghan McCain de «tonta útil» -para los demócratas, se entiende- para después lanzarle una catarata de sarcasmos sobre su peso.
No es la primera vez que a un miembro de la familia McCain se le cuestionan las credenciales conservadoras. Sí es la primera vez que el ataque adquiere tintes de choque de generaciones feministas.
La experiencia dice que una mujer sólo menciona el peso de otra para hundirla. Pero lejos de arrugarse, Meghan McCain parafraseó a Tyra Banks en su blog para advertir a todas las «arpías a su derecha» que ya pueden ir besando «su gordo culo».
La frase hizo fortuna y la ha llevado hasta ser entrevistada por Larry King, periodista estrella de la CNN, con quien soltó otro leit-motiv provocador: «no hay una sola manera posible de pensar para ser republicano».
Ah, y además lleva un tatuaje en el pie, y sus padres lo saben.