Cruzaron el Atlántico para cuidar niños y ahora controlan el acceso a la T-4

Cruzaron el Atlántico para cuidar niños y ahora controlan el acceso a la T-4

(EFE).-Cruzaron el Atlántico para venir a España a cuidar niños y estudiar, ahora trabajan en el peaje de la carretera de acceso a la terminal T-4 del aeropuerto de Barajas. Son tres chicas americanas: Alma Rodríguez, de México; Carlota Coello, de Ecuador; y Leyla Falla, de Perú.

En turnos rotativos, de mañana, de tarde y de noche, estas tres treintañeras trabajan perfectamente integradas en un equipo de veinte «peajistas», que es como ellas denominan su trabajo.

Cobran 1,75 euros en metálico al automovilista o pasan la tarjeta. También indican a los conductores que se han confundido y lidian con los «listos» que tratan de evitar el pago del peaje.

Pregunta.- ¿Cuántos coches atienden al día?

Leyla Falla.- Depende, hay días con más tráfico, otros con menos. Nosotras contamos el dinero ingresado, no los coches. Solemos hacer unos mil euros en ocho horas, aunque hay diferencias según la vía en que estemos trabajando. Para nosotras, la «vía asesina» es la de la derecha del todo, porque es la que más trabajo da.

También es frecuente que los coches se pongan uno detrás del otro en una única vía y que el último, sobre todo, los taxistas, se pongan a pitar.

Pregunta.- ¿Hay malos modos por parte de los automovilistas?

Alma Rodríguez.- Dentro de lo monótono que puede ser el trabajo, pues es divertido. Independientemente de la gente, que a veces puede llegar a ser un poquitito borde. Hay algunos que tienen sus días buenos y malos. De 600 coches ó 700, diez pueden ser malos.

Pregunta.- ¿Siendo extranjeras, habéis sentido racismo?

Carlota Coello.- Llevo trabajando aquí desde que se inauguró el 4 de mayo de 2005, estoy muy contenta, me gusta mucho.

Los usuarios, la verdad es que son agradables, aunque no todos, porque siempre hay alguno… No es que haya mucho racismo aquí, pero te miran y te dicen, jolín, cómo es que no meten a otra persona y estás tú trabajando aquí. Últimamente me dijo un taxista, qué suerte que tienes de estar aquí. Te lo van diciendo con malas intenciones.

Pregunta.- ¿El trato que recibís es respetuoso?

Carlota Coello.- Hay muchos que nos faltan aquí al respeto, no te puedo decir que no. Hay gente también muy agradable, que pasa todos los días y ya te conocen. Siempre te saludan con una sonrisa. Eso te va llenando. Y por ese lado me siento muy contenta.

Pregunta.- ¿Hay gente que trata de evitar el pago?

Carlota Coello.- Precisamente antes de ayer que estuve trabajando se me escaqueó una moto, se ponen muy pegados detrás del coche y antes de que se les baje la barrera, ellos pasan. Ha habido otros que no les ha salido bien la trampita porque les ha caído encima del cristal y se les ha llegado a dañar. Los culpables son ellos porque tienen que pagar la vía y el espejo de su coche.

Pregunta.- ¿Cuál es el método más utilizado para intentar el escaqueo?

Carlota Coello.- La excusa más frecuente es que están equivocados. Te dicen: Déjame pasar. Ayer mismo hubo un usuario que me decía, déjame pasar, haz el ojo gordo, y yo le decía que no, no puedo hacer el ojo gordo porque ese 1,75 nos lo descuentan a nosotros. Por favor, dice, mira que no llevo dinero. Pero tienes tarjeta: No, no llevo tarjeta. Pero cuando se acerca un jefe de turno siempre alguien lleva una tarjeta, porque aunque esté caducada, te la va a pasar y 1,75 te lo va a dar.

Pregunta.- ¿Qué edad más o menos tienen los «listos»?

Carlota Coello.- Para esto no hay edad. Los sábados a la noche y domingos por la mañana es increíble porque siempre viene el que viene de fiesta, de juerga, de vida.

Pregunta.- ¿Y despistados de verdad?

Carlota Coello.- Es verdad que muchos sí que se han llevado la barrera. Los juerguistas un montón. O vienen aquí, ¡chicas, vamos de juerga todos, no me cobres!, cosas de estas. Sobre todo, los de domingo por la mañana, los chavales más jóvenes.

Pregunta.- ¿Qué es lo peor de este trabajo?

Leyla Falla.- Hay algunos que te preguntan mucho, que te ponen de los nervios. A veces es cansado porque te preguntan lo mismo y vienen los domingueros, y les estás explicando y te vuelven a preguntar. O que te llegan con miles de moneditas y hay que contarlas. Estás de cara al público y te encuentras de todo: gente que te saluda, que no, que tiene buen día, que lo tiene malo.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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