«Jesús y yo salvadas las distancias/somos dos habitantes del exilio/ y lo somos por cautos por ilusos». Así se expresaba Benedetti en «Geografías», el libro que escribió durante su exilio en España, tras pasar por Buenos Aires y Cuba.
Y es que España acogió al poeta y narrador fallecido ayer con los abrazos abiertos. Aquí cosechó legión de amigos y seguidores, entre ellos Joan Manuel Serrat, quien puso voz a muchas de sus letras, y aquí ha publicado más de treinta poemarios o antologías, y más de veinte títulos entre relatos, novelas y ensayos.
En total, el autor de «La Tregua», que ha cautivado a jóvenes y no tan jóvenes de todo el mundo por la defensa de sus ideas y bonhomía, publicó más de ochenta libros, que le aportaron varios premios. En España se llevó dos de los galardones más prestigiosos, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, en 1999; y el Menéndez Pelayo en 2005.
La vida de Benedetti estuvo marcada por un exilio obligado que le hizo salir de Uruguay en 1974, por la dictadura militar, que le persiguió y encarceló, y que torturó a familiares y amigos. A España llegó en 1978 huyendo del clima de Cuba por su humedad -él era asmático- y por un problema de comunicación con su familia.
«Si mis padres recibían una carta de Cuba iban presos», explicó el escritor en una entrevista concedida en 2006 al periodista Juan Cruz.
En España se instaló con su amada mujer, Luz López Alegre, su compañera durante más de 57 años, en Palma de Mallorca, desde donde viajaron por muchos lugares, como Cuba, Londres, París, Holanda o Alemania, donde presentó su recital a dos voces con el cantautor Daniel Viglietti. «Comenzó una vida cultural activa coincidiendo con la entrada de la Democracia en España», escribe Hortensia Campanella.
Pero el clima de Mallorca, también por su humedad, les hace instalarse en Madrid por su ambiente seco, en el barrio de Prosperidad. Aquí comienza Benedetti a publicar sus artículos en el diario «El País», según recuerda Hortensia Campanella en la biografía que sobre el escritor ha publicado hace unos meses en España, «Mario Benedetti. Un mito discretísimo» (Alfaguara).
Y según la biógrafa, estos artículos que fueron muy populares, cargados de lealtad a sus ideas y sobre temas candentes, no contaban con el aprecio de muchos intelectuales españoles, tampoco su posición con Cuba.
«Ciertas elites, no necesariamente de derechas, fruncían su nariz. Así Juan Goytisolo, Mario Vargas Llosa y José Ángel Valente, entre otros, escribieron duras respuestas a lo que planteaba el uruguayo», escribe Campanella.
En Madrid, el autor de «Gracias por el fuego» también se encontró con otros exiliados de su país como la poeta Cristina Peri Rossi o con Juan Carlos Onetti, o Eduardo Galeano, y se relacionó con otros intelectuales españoles. José Manuel Caballero Bonald llegó a compararle con algún integrante de la generación de los 50.
Uno de sus primeros poemarios en España fue «Poesía trunca que no era. Poesía revolucionaria latinoamericana», una antología publicada por su amigo Chus Visor, editor de todos sus libros de poesía.
Pero Benedetti también ha sido uno de los poetas que más ha vendido en este país y con más tirón entre los jóvenes de todas las generaciones, a quienes muchas veces ha llegado a través de las canciones que cantautores como Serrat, Daniel Viglietti, Nacha Guevara, Víctor Manuel o Soledad Bravo, entre otros, interpretaban con sus letras.
«Testigo de uno mismo» (Visor) es el último poemario de Benedetti publicado en España, apenas hace unas semanas. En él, este autor de mirada limpia y cristalina, cargado de experiencia y memoria de un tiempo duro, abre nuevos interrogantes sobre el sentido de la vida y la muerte, y vuelve sobre sus vieja cicatrices.