Dos mujeres han sido detenidas por prostituir a unas 600 extranjeras, en su mayoría brasileñas, en un club de alterne de lujo del sur de Gran Canaria, actividad con la que pudieron generar un beneficio de 500.000 euros según cálculos de la policía.
Las dos mujeres detenidas por la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de Las Palmas son la española María del Pino Y.D., de 55 años y propietaria del club, y la colombiana Adriana Lucero V.E., de 44 y encargada del burdel, quienes dirigían desde el año 2000 el «Elefante Dorado» en la localidad de Puerto Rico.
El citado club, considerado de «alto standing», facilitaba de manera fraudulenta la entrada de extranjeras jóvenes en el territorio nacional, fundamentalmente brasileñas, con la finalidad de ser explotadas en la referida casa de citas.
El método de trabajo en el inmueble es conocido policialmente como el «sistema de plazas», que consiste en reservar una plaza en el club para el ejercicio de la prostitución a la chica que se encuentra en su país de origen, para a continuación desplazarse a España y simular en frontera su calidad de turista.
Las responsables del club han sido detenidas como presuntas autoras de delitos de favorecer la inmigración ilegal, relativos a la prostitución, contra los derechos de los ciudadanos extranjeros y estafa.
En el registro policial del club fueron identificadas ocho chicas «en actitud inequívoca» de ejercer la prostitución y el alterne, de las cuales dos fueron detenidas por encontrarse de forma ilegal en España: una brasileña que ejercía la prostitución y una paraguaya que desarrollaba funciones de limpieza.
La operación, bautizada con el nombre del club «Elefante Dorado», se inició tras la denuncia de dos mujeres que manifestaron haber sido explotadas en el club.
Una de ellas, que tiene un defecto auditivo que le impide escuchar con claridad y es analfabeta, habría sido especialmente objeto de abuso por parte de la principal encartada, la dueña del burdel, a la que acusa de estafarle unos veinte mil euros aproximadamente.
La organización se nutría de chicas extranjeras afincadas en diferentes zonas de la península o de la propia isla, las cuales concretarían una plaza con la principal encartada y en algunos casos sería ésta la que les costease el viaje hasta Las Palmas.
La policía considera «llamativo» el gran número de chicas que habrían sido explotadas en el club, unas 600 chicas desde el año 2000.
En la casa de citas, las chicas estaban 24 horas de servicio, disponían de un día libre a la semana y tenían que avisar en todo momento si en sus días de trabajo salían de la casa.
Las tarifas de los servicios era de cien euros la media hora y 150 la hora completa, con las copas a 30 euros; el beneficio se repartía al 50 por ciento entre la casa y la chica.
En cuanto a las condiciones en las que se encontraban las chicas explotadas sexualmente, según la policía, dormían en un sótano y varias de ellas en camas literas en la misma habitación junto a un motor muy potente que les impedía descansar con normalidad.
Como es práctica habitual en este tipo de negocios, la dueña del club había creado una sociedad con el fin de enmascarar las cuentas de la casa de citas, con domicilio social en la misma ubicación del negocio.