La cara oculta de Ingrid Betancourt

La cara oculta de Ingrid Betancourt

(PD).- El periodista Jacques Thomet desvela los entresijos del secuestro y liberación de la política franco-colombiana, que culminó en la brillante operación Jaque, de la que se cumple estos días el primer aniversario en su libro Les secrets de l’opération Betancourt -está pendiente su publicación en español-.

Recién jubilado, Jacques Thomet sigue conservando el olfato periodístico. No es para menos: más de 40 años de profesión, 33 de ellos en la Agencia France-Presse (AFP). En esa venerable institución periodística, trabajó en las delegaciones de Río de Janeiro, Washington y Bogotá. En esta entrevista con la revista Época, Thomet no tiene pelos en la lengua en denunciar el discutible papel de Francia en todas las etapas del caso Betancourt, ni en calificar de “decepcionante “ la actitud mantenida por la ex rehén desde hace un año.

-¿Qué balance -político y humano- hace usted, un año después, de la liberación de Ingrid Betancourt?

-Lo que me parece terrible es que acabamos de asistir a una reunión de los 11 ex rehenes que fueron liberados junto con Ingrid Betancourt. De estos 11, que son todos oficiales del Ejército y de la Policía, sólo faltaba ella. Le han hecho un llamamiento para que ayude a la liberación de sus compañeros. No olvidemos que las FARC siguen teniendo como rehenes a 800 civiles, pero también 22 oficiales del Ejército o de la Policía. El llamamiento no ha tenido respuesta. Es decepcionante que Ingrid no haya cumplido con lo que prometió: trabajar para conseguir la liberación de los rehenes que permanecían en la selva.

-Pero ¿tiene todavía influencia como para conseguir esa liberación?

-En un mundo de comunicación y de redes, todos pueden tener influencia. De ahí la importancia de que su voz sea oída. Sin embargo, en este contexto permanece en un silencio total y absoluto. Si ella hablara, el mundo entero hablaría mucho más de estos pobres. Algunos de ellos llevan ya más de 12 años en la selva. Es el caso, por ejemplo, del general Luis Mendieta. Si interviniera, serviría para presionar, de la misma manera que Francia no dejó de intervenir durante seis años para conseguir su liberación.

-Sin embargo, sus ex compañeros no la han tratado con consideración. Ahí están los libros de los tres ex rehenes norteamericanos y el de Clara Rojas…

-Su imagen ha salido muy mal parada por esos dos libros, que son tremendos para Betancourt. Sobre todo el escrito por los tres americanos, en el que nos enteramos de que Ingrid ayudó a los guerrilleros a cachear el equipaje de los rehenes para comprobar que no había chips de la CIA.

-¿Por qué sus ex compañeros han optado por el arreglo de cuentas?

-Cuando se han pasado seis años en la selva, no es extraño que suela haber problemas una vez que todo se acaba. Hay numerosos ejemplos al respecto. Muchas esposas de rehenes no han esperado para volverse a casar. Dos de los tres americanos han terminado divorciándose. Con frecuencia, el alejamiento destruye los hogares.

-Justamente, ¿qué piensa de su comportamiento tras su liberación?

-Ha sido una gran decepción. Se esperaba que interviniera. Ahora, parece que vive en Estados Unidos, donde está escribiendo su testimonio. En mi opinión, a raíz de todo lo que se ha escrito, le costará superar el bache. Lo que me parece escandaloso -y lo denuncio en mi blog- es que Francia le siga pagando guardaespaldas hasta el punto de haber generado una pregunta en la Asamblea Nacional Francesa. Se ha sabido que, sólo en 2008, los viajes y los gastos de manutención de sus tres guardaespaldas costaron 73.000 euros al contribuyente francés, sin contar con sus sueldos.

-En otros casos no se han puesto tantos medios…

-Da la impresión de que en Francia hay doble rasero, según que uno sea fuerte o débil. Ahí está el caso de Christophe Beck, que hoy vive en una caravana. Fue rehén de la guerrilla colombiana durante 15 meses y al que Francia desatendió. Lo más grave es que su familia tuvo que vender todo su patrimonio para pagar un rescate de 500.000 dólares. Y cuando pidieron 10.000 euros para acabar de pagar, como préstamo, el Ministerio francés de Exteriores se negó. Una actitud que Beck calificó de “abyecta” cuando le entrevisté en mi blog. Hoy, está totalmente arruinado sin que su país haya hecho nada por él.

-Por otra parte, la vida privada de Betancourt sigue siendo animada y ambigua…

-Eso es problema suyo. Por el contrario -y creo que eso se puede comentar-, llama la atención la demanda de divorcio que ha interpuesto a Juan Carlos Lecompte. Le he tratado durante años en Bogotá -antes, durante y después del secuestro- e iba con una marioneta de cartón de Ingrid que medía dos metros. La llevaba hasta en los aviones. Se llegaron a distribuir en la selva 15.000 fotos de los hijos de Ingrid para que pudiera, al menos, recibir una. Y el resultado es el divorcio. Uno se sorprende por la poca gratitud de Ingrid hacia él.

-¿Qué le parece que su primer marido, Fabrice Delloye, haya sido nombrado embajador de Francia en Costa Rica? ¿Castigo o promoción?

-Es un enorme escándalo. Delloye era un agregado comercial y no un diplomático. En 2004, tuvo que volver a París, debido a los insultos que profirió a Álvaro Uribe y a un régimen -el colombiano- completamente democrático. Desde entonces, no tenía destino. Choca, por tanto, que se haya premiado esa actitud con una embajada. La decisión ha provocado bastante revuelo en la diplomacia francesa.

Más información en la revista Época.

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