Jonathan Javier Sizalima Aguilar se ahorcó utilizando su camiseta -según publica El Uiverso de Ecuador– en una de las celdas de la comisaría de la Vía Layetana, de Barcelona, según se registra en el informe policial del pasado 18 de junio. Ese fue el final de un ecuatoriano que llegó a España siendo adolescente, y que regresó convertido en cadáver a Machala, su tierra natal, en la provincia de El Oro.
La misma suerte corrieron Wilmer Tandazo Castillo y su hija Amarelis, fallecidos al inhalar el monóxido de carbono producido por un brasero que habían encendido para protegerse del crudo invierno. Sucedió el pasado 11 de enero en su departamento de Palma de Mallorca, en las Islas Baleares, pero actualmente sus cuerpos descansan en el cementerio de Piñas, en El Oro.
La historia de los que emigraron y perdieron la vida persiguiendo el sueño español ya no es una sorpresa para nadie. Desde 1999, año en que comenzó el éxodo, hasta el 2008, 1.947 ecuatorianos murieron en diferentes circunstancias, según recoge un informe del Instituto Nacional de Estadística de España (INE).
El número de decesos de ecuatorianos ha evolucionado al ritmo en que crecía la ola migratoria a España. Así, en 1999 se produjeron 23 decesos, una cifra mínima si se compara con los 226 del 2008.
La presencia de ecuatorianos en España era casi imperceptible hasta el 3 de enero del 2001, cuando ocurrió un accidente en Lorca, en Murcia. Una furgoneta fue arrollada por un tren, dejando como resultado la muerte de doce ecuatorianos.
“Ese accidente fue la constatación de que los ecuatorianos ya estábamos en España. Pero también sacó a la luz la explotación que sufrían los extranjeros, porque las víctimas trabajaban de sol a sol sin contrato de trabajo y por un salario ínfimo”, recuerda la guayaquileña Norma Falconí, portavoz de la plataforma Papeles para todos.
Al año de lo sucedido en Lorca, la madrugada del 27 de enero, otro ecuatoriano saltó a las primeras páginas de los periódicos. Esta vez, el protagonista era Wilson Pacheco, a quien los guardias de seguridad de un bar golpearon y arrojaron a las aguas del Puerto Olímpico de Barcelona, donde se ahogó.
“La muerte de Pacheco marcó un antes y después, porque generó un amplio impacto social. Incluso despertó la solidaridad de mucha gente con los inmigrantes”, explica Javier Pedreño, que entonces era el portavoz de la Asociación de Ecuatorianos en Cataluña.
Falconí también recuerda claramente lo sucedido con Pacheco, aunque prefiere destacar los atentados del 11 de marzo del 2004 y del 30 de diciembre del 2006, ambos acaecidos en Madrid.
En el primero, cuya autoría se atribuye a un grupo islamista, explotaron cuatro bombas en tres estaciones ferroviarias que provocaron la muerte de unas 200 personas, entre las que figuraban los ecuatorianos Neil Torres, José Luis Tenesaca, Segundo Moposita, Oswaldo Cisneros, Ángel Manzano y Liliana Acero.
En el segundo atentado, atribuido al grupo terrorista ETA, un carro bomba estalló en la terminal del aeropuerto principal de la capital española, causando la muerte de los connacionales Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio. Por este caso fue imputado Mikel Garikoitz Aspiazu, alias Txeroki.
Antecedentes: Otra cara de la moneda
Salvados
En España también hay casos de ecuatorianos que han salvado su vida de manera “milagrosa”.
Asesino de la baraja
El 7 de marzo del 2003, Eduardo S. sobrevivió a los disparos efectuados por el “asesino de la baraja”, responsable de seis muertes en Madrid. El criminal dejaba en cada cadáver un naipe y actualmente purga una pena de 142 años.