Médicos sin Fronteras de España lidera la lucha contra el «Chagas«, una enfermedad de alta mortalidad en países deprimidos que forma parte de las «enfermedades olvidadas» que «no atienden los poderes políticos ni investigan las farmacéuticas», ha informado la delegada de la organización en Castilla y León, Raquel González.
En la presentación del balance de actividades de Médicos sin Fronteras en 2008, González ha explicado que uno de los objetivos prioritarios de la organización es luchar contra lo que denominan «enfermedades olvidadas», con lo que pretenden dar respuesta a enfermedades cuya atención no es prioritaria porque afecta a zonas pobres.
El «Chagas» es una pandemia que, sólo en Latinoamérica, afecta a diez millones de personas, de las que unas 14.000 fallecen.
La transmite un chinche que vive en chozas construidas de paja y adobe donde viven las personas más humildes, por lo que se denomina «la enfermedad de los pobres».
La división española de Médicos sin Fronteras pretende integrar la lucha contra esta enfermedad en los centros de atención primaria promoviendo su diagnóstico y tratamiento, sobre todo en Bolivia, una de las zonas más afectadas.
De forma paralela, intentan fomentar la investigación de esta enfermedad y sus posibles tratamientos y prevenirla utilizando métodos que «nos parecen tan sencillos» en los países ricos como la simple fumigación.
Raquel González ha explicado en rueda de prensa que la organización de ayuda humanitaria ha tenido durante el pasado año «serios problemas» para permanecer en algunos países, donde dedican casi tanto tiempo a resolver los problemas para atender a las personas como a atenderlas realmente.
Uno de esos países, donde llegaron a plantearse salir y abandonar la atención ante el riesgo, después de varios secuestros y asesinatos de personal sanitario, es Somalia, donde los conflictos y enfrentamientos se llevan reproduciendo casi dos décadas.
Raquel González ha explicado que finalmente optaron por reforzar la presencia de sanitarios locales, formados en los 19 años de permanencia de la organización, a los que dirigen desde la base de Médicos sin Fronteras de España en Nairobi, desde donde también acuden de forma puntual.
De hecho, una de las novedades de la atención de Médicos sin Fronteras de España en el último año es la instalación de dos «bases avanzadas permanentes, en Nairobi y Panamá, desde donde prestan atención mucho más rápida a emergencias que puedan producirse en países del entorno.
También por razones de seguridad, tuvieron especiales dificultades en Dafur (Sudán), donde la organización en su rama española tuvo que evacuar varios centros de asistencia de forma intermitente durante varias semanas para evitar «males mayores».
Otros lugares que la delegada regional de Médicos sin Fronteras ha calificado de «problemáticos» son los territorios palestinos, la República del Congo y la República Centroafricana.
Médicos sin Fronteras de España, que cuenta con 2.500 voluntarios españoles, ha atendido durante 2008 a cerca de un millón de personas en 54 intervenciones realizadas en 23 países.
Su financiación depende en un 90% de aportaciones privadas y, siguiendo la pauta de la organización internacional, sólo aceptan ayudas públicas cuando no comprometen su imparcialidad «que debe serlo y también parecerlo porque forma parte de la seguridad» de los integrantes de la organización.
Dos ejemplos claros de la importancia de esa «neutralidad» es la labor en la República Democrática del Congo, donde hay desplegadas fuerzas de paz de la Naciones Unidas y de la Unión Europea, por lo que debemos evitar que «nos identifiquen con alguna de esas banderas; algo parecido a lo que ocurre en Palestina», ha explicado González.