«En una lucha no hay vacaciones», afirma Segundo Quiñones, un colombiano que vive en la puerta del Palacio de la Moncloa desde el pasado 20 de abril y que protesta ante «los abusos de las entidades bancarias».
Cuando se quedó en paro y su banco le amenazó con embargarle su casa, acudió a hablar con el director de su sucursal para explicarle sus dificultades, pero éste le dijo: «Tú come, que yo haré lo que tenga que hacer» relata.
Por eso decidió «iniciar una lucha contra esta injusticia, porque el pueblo no es culpable de lo que está viviendo». Desde entonces, escribió «una carta cada ocho días» al director general de su entidad bancaria, pero no recibió más que «palabras que se lleva el viento y evasivas, ninguna solución real».
Además, fue uno de los fundadores de la Asociación de Familias Hipotecadas, Embargadas y Abusos Bancarios de Elche, a la que representa desde que comenzó esta andadura de cuatrocientos kilómetros y 102 días de huelga de hambre, aunque no absoluta, pero sólo toma leche, zumo y agua, según cuenta.
Aunque Quiñones ha salvado su vivienda porque ha logrado frenar la subasta que hubiera tenido lugar el 22 de mayo, asegura que no abandonará la lucha porque «es lo que el banco está esperando para quedarse con la casa y dejarme la deuda».
Quiñones explica que no protesta sólo contra el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sino también contra los sindicatos y los partidos políticos porque, a su juicio, es necesario un pacto social para que el Ejecutivo pueda aprobar «una ley que defienda las hipotecas justas».
El pueblo está ‘abandonado’
«Estoy aquí para luchar contra todos ellos, porque son los que tienen que apoyarnos», añade.
Durante la conversación mantenida con Efe en los escasos tres metros de «vivienda», Quiñones arremete contra políticos, empresarios, sindicatos y bancos, ya que «tienen abandonado al pueblo».
«Los empresarios hicieron lo que les dio la gana y los políticos generaron esta situación porque no pusieron control. Además, cuando hay elecciones, los partidos salen a la cacería del pueblo, y ahora que el pueblo los necesita nadie sale al rescate para adoptar soluciones que saquen al país de la crisis», declara el huelguista.
Tampoco está de acuerdo con la posición de los sindicatos, a los que critica por decir que defienden a los trabajadores «cuando es mentira», y se pregunta «dónde están esos trabajadores que ellos defienden, porque yo no les he visto bajarse del coche ninguna de las veces que han venido a la Moncloa en este tiempo».
Respecto a los bancos, Quiñones recalca que «hicieron su agosto y ganaron dinero, pero ahora que la cosa está así es el pueblo el que tiene que pagar».
‘Hasta que se haga justicia
«¿Qué es eso de la obra social de los bancos?», se pregunta, y él mismo responde: «sólo les sirve para evitar impuestos».
Quiñones asume que tiene dos opciones: una, no moverse de la puerta de la Moncloa «hasta que se haga justicia» y, la otra, «ir de vuelta a Elche en una caja de madera».
A pesar de que su estado de salud está débil, según le han dicho los miembros del SAMUR que le visitan a diario, Quiñones solicita que se paralicen los embargos y que las hipotecas se «ajusten a lo que uno puede pagar o la acción en pago».
Preguntado por cómo lleva la huelga, reconoce que «no es fácil», a la vez que muestra una señal que tiene detrás de la cabeza en la que se alerta de la presencia de un transformador con la leyenda «Alto voltaje. Peligro de muerte».
Durante el día, permanece sentado en un sofá que, como el resto del mobiliario que le acompaña, le han donado, y durante la noche intenta dormir en un colchón en la acera, justo debajo de la carretera de La Coruña.
Sólo en la lucha
Además, Quiñones se ha quedado solo, ya que los tres compañeros que vivían con él se han marchado a casa porque «se aburrieron de la lucha, no encontraron noticias y decidieron abandonar».
«En una lucha o se gana o se pierde, por eso sigo adelante. Los políticos y empresarios se irán de vacaciones, pero yo seguiré aquí cuando vuelvan», apostilla.