Pablo Larrosa, hijo de Luis Beltrán Larrosa, el inmigrante sin papeles que murió el 25 julio después de que presuntamente su jefe lo arrastrara a la calle y lo dejara abandonado tras sufrir un infarto, puntualizó que desde que su padre se desmayó en el bar donde estaba trabajando hasta que llegó al hospital «pasaron casi tres horas».
Después de esa larga agonía, Luis Beltrán fue trasladado a la clínica Hospiten Sur, donde, «sólo 15 minutos después de ingresar, falleció».
La Delegación del Gobierno en Canarias dio ayer una versión que contradice el relato de la familia, que se basa en la supuesta declaración de un testigo, un colombiano que dijo haber visto cómo el dueño del local se deshacía del cadáver.
Sin embargo, el subdelegado del Gobierno en Canarias José Antonio Batista, asegura que el colombiano declaró que «el propietario del local le hizo un boca a boca y un masaje cardiaco sin conseguir reanimarlo, hasta que le dijo que sería mejor trasladarlo fuera para que le diera el aire».
Batista añadió que este suceso «nunca se denunció ante la Guardia Civil, la Policía o la Inspección de Trabajo y, de hecho, la Guardia Civil está actuando de oficio». Por eso, «será la autoridad judicial la que determine lo que ha ocurrido», concluyó.
La esposa del dueño del establecimiento sostiene que el uruguayo sufrió un infarto el día anterior a su fallecimiento, y que no fue al médico. Luego, el día que murió, se encontró con su marido y tomaron un café. Negó además que estuviese trabajando para su marido.