Aclara Hermann Tertsch nada más comenzar su columna en ABC que el cantante colombiano Juanes hace bien en ir a dar un concierto a Cuba. Pese a la evidente manipulación a favor de la dictadura comunista en que convertirá el régimen su actuación.
Los cubanos deben disfrutar como nosotros de todos los derechos humanos, de la democracia y de la libertad. No son un pueblo condenado por siempre a suministrar camareros, portamaletas, jineteras, mucho ritmo y risas, a turistas e invitados izquierdistas de postín.
Es comprensible la irritación de quienes creen que cualquier colaboración con el castrismo es aberrante. Y la decepción por que sea Juanes, un cantante defensor de las libertades, el que facilite a la dictadura esta operación de relaciones públicas.
Es precisamente la decencia política de Juanes el origen de la controversia. Si fueran a cantar el 20 de septiembre Ana Belén y Víctor Manuel u otros bardos carpetovetónicos agasajados y bien pagados por la dictadura, nadie habría escrito una línea al respecto. Sería como si cantaran Moratinos, nuestro embajador en La Habana o tantos otros amigos de Zapatero que hacen carrera, negocio u ambas cosas con un régimen que mantiene en régimen de cárcel y esclavitud a toda su población.
Quizás llegue el día en que los colaboracionistas tengan que rendir cuentas y someterse a la censura social, como los empresarios que utilizaron mano de obra esclava en el nazismo.
Está claro que Juanes ha aceptado cantar en una tribuna decorada por las imágenes de asesinos como Castro y el Ché. Su apuesta es arriesgada.
Pero el resultado de su concierto dependerá al final de él. De lo que diga y lo que calle.