Su infancia lujosa y soleada en México, bajo la sombra de un padre misterioso, dio un giro abrupto cuando descubrió que su padre, Bruce Reynolds, era el cerebro detrás del legendario Gran Robo del Tren en 1963.
La vida de Nick cambió drásticamente desde ese momento. Su madre luchó con problemas de salud mental, y él mismo se vio obligado a adaptarse a nuevas circunstancias, incluso siendo enviado a un internado.
A pesar de todo, la relación entre él y su padre se mantuvo fuerte a través de cartas y visitas regulares a la cárcel. Sin embargo, mantuvo en secreto la identidad de su progenitor durante mucho tiempo, diciendo que era policía cuando se le preguntaba.
La influencia de su padre se refleja en la vida de Nick, quien siguió los pasos que su padre anhelaba pero no pudo realizar, como la música y el servicio militar.
Además, Nick encontró una pasión por las máscaras mortuorias, un arte casi olvidado, que ahora exhibe en la National Portrait Gallery de Londres.
Aunque su vida estuvo marcada por el legado criminal de su padre, Nick ha aceptado su destino y ha buscado encontrar la belleza y el humor en todas las experiencias que la vida le ha ofrecido.