Pedro Badrán llena las «oscuridades» de la heroína colombiana en su nueva novela

Pedro Badrán llena las "oscuridades" de la heroína colombiana en su nueva novela
. EFE/Archivo

El escritor Pedro Badrán llena en su nueva novela las «oscuridades» de la heroína de la independencia colombiana Policarpa Salavarrieta, más conocida como «La Pola», con una historia de amor en los tiempos de «horror» de la reconquista española.

Su imagen «me apasionaba desde muy joven», cuenta el colombiano Badrán (Magangué, 1960) en una entrevista con Efe en Bogotá, al subrayar la riqueza de la protagonista de su última obra, «La pasión de Policarpa» (Ramdon House Mondadori), un personaje real «con suficientes oscuridades para que un escritor pueda llenarlo, iluminarlo».

Hace cinco años, cuando empezó a investigar para dar forma a «La pasión de Policarpa», que se presenta estos días en la Feria del Libro de Bogotá, Badrán se encontró «con otros personajes también ricos» y descubrió que, imbuidos de una «locura romántica», los que hicieron la guerra de independencia «eran muchachos de 20, 21 años».

«Me parecía que eso era una novela y me sorprendía que nadie la hubiera escrito», relata Badrán, conocido autor de cuentos y con varios títulos en su haber, entre ellos «Todos los futbolistas van al cielo», dirigida a un público juvenil, y «El día de la mudanza».

Conocida como «La Pola», apodo que dio nombre a una marca de cerveza y que siguen usando hoy en día los colombianos para denominar popularmente a esa bebida, esta heroína es, para Badrán, «la más significativa» de todas las mujeres que lucharon por la independencia.

Nacida supuestamente en Guaduas, en el centro de Colombia, en 1795, Policarpa llega en su juventud a Santa Fe (hoy Bogotá) como costurera y allí comienza su labor de espionaje para las fuerzas independentistas.

La novela de Badrán, de algo mas de 400 páginas, que se desarrolla en 1817, año en que fue fusilada Policarpa, narra sus amores con Alejo Zabaraín, la historia de las «conspiraciones» contra la metrópoli en las que ambos tomaron parte y el «horror de la reconquista».

El libro «trata de poner en relieve unos hechos, iluminarlos, para entender el presente, que es también horroroso, con guerras que se relacionan con esas que nunca acabaron», explica el escritor.

Al alertar de que la memoria «es muy frágil», sostiene: «La historia de nuestras guerras pesa y también pesan los conflictos no resueltos de la independencia».

En palabras de Badrán, el XIX es «un siglo de muchas memorias» escritas, de una riqueza «maravillosa», que «no están incorporadas al canon de la literatura nacional» y, por ello, se perdieron, lo que ha influido en parte en el hecho de que la historia de Colombia haya sido «muy mal contada».

«La avenida más importante de Bogotá se llama Jiménez de Quesada (Gonzalo, conquistador español) (…) Me gustaría encontrar una avenida que fuera Antonio Nariño (héroe de la independencia colombiana) o Policarpa Salavarrieta», expresa el escritor, para quien eso sería «una manera de nombrar la historia».

Después anota: «En Vietnam a nadie se le ocurre bautizar una avenida como (el ex presidente de EE.UU.) Richard Nixon».

La publicación de su nueva novela en este 2010, cuando se cumplen precisamente 200 años de la independencia colombiana y la Feria del Libro de Bogotá dedica su edición a ese Bicentenario, ha sido «relativamente casual», bromea Badrán.

Los que no tienen nada que celebrar en este Bicentenario de las independencias son «los indígenas», porque «les ha ido peor en estos 200 años», argumenta.

Además del Bicentenario, la Feria del Libro de Bogotá homenajea este año al libro digital, un fenómeno cuyas dimensiones todavía es aventurado pronosticar, en opinión de Badrán, para quien «la revolución tecnológica es absolutamente contundente y cualquier cosa puede pasar».

El libro digital «puede ser importante» para motivar a los jóvenes a leer, por la «inclinación espontánea» que tienen éstos hacia la tecnología, anota.

«No creo en la desaparición del libro (tradicional), creo en la coexistencia (…) Llevarse un libro a la playa es mucho mejor que llevarse un aparatico de esos», sentencia.

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