Decenas de admiradores del mito del cine mexicano «Cantinflas» desfilaron hoy en la capital de México ante la tumba de Mario Moreno Reyes, donde hubo rosas y gladiolos blancos, y emociones compartidas al celebrar el centenario de su natalicio.
«No habrá otro como él…¡nunca!», dijo a Efe Guadalupe Ruiz, una mujer apenada por no haber tenido dinero para traerle flores al finado, pero que no ha dejado de comprar sus películas.
Su testimonio fue uno de tantos que se escucharon ante el sepulcro, que visitó también Mario Moreno Ivanova, único hijo del actor (1911-1993), quien encabezó una misa celebrada en la capilla del Panteón Español este día.
«Estoy muy contento, feliz, de compartir con todos este centenario de él. Siento que él quisiera estar aquí para agradecer personalmente todo el cariño con que se ha desbordado la gente hacia él en recuerdos, eventos, festejos, celebraciones. Lo agradezco muchísimo a todos», dijo tras la ceremonia Moreno Ivanova.
Los admiradores del genial humorista, cada cual a su estilo, le acompañaron en el panteón.
Uno de ellos, Agustín Franco, se presentó en la tumba como ha hecho dieciséis de los últimos dieciocho años, con una gran piñata hecha de carrizo y papel de periódico representando a «Cantinflas» como presidente de México.
Cada año carga la efigie y la adorna como mago, policía o cualquiera de los papeles que Mario Moreno interpretó menos o el más famoso, el de «El Peladito», o mexicano humilde, ingenioso y molón.
Franco es «un amante del señor Mario», no le ha fallado todos estos años salvo causa de fuerza mayor, y lamenta que buena parte de los mexicanos le hayan olvidado.
Sonia García Espinosa, de 65 años, recordó ante la tumba su película favorita, una donde «Cantinflas» fue falsamente acusado de haber matado a un hombre, que libra la cárcel por responderle a la novia, y otros aspectos de su nobleza.
«Ayudó mucho a la gente necesitada. Se quitaba la camisa para darle al pobre, un poquito de comida, una poquita de alegría», agregó.
Coincidió con otros en que es difícil que en México aparezca alguien tan grande como él: «como hombre, como persona fue lo máximo para el pueblo de México y lo seguimos recordando hasta que a nosotros nos recoja también Dios».
Julio Olea se trajo a su sobrina Arunme, de cinco años, con un sombrero hecho con periódico y el bigotito cantinflesco.
«A mí (‘Cantinflas’) me empezó a gustar desde niño y ahora que soy grande y me pongo a ver las películas, a la niña le interesa», señaló.
Viene a la tumba «cada 20 de abril», el día en que murió, pero hoy también se ha acercado y comparte con Efe algunos de sus pensamientos.
«Era un actor que no utilizaba groserías ni nada de eso», algo que aprecia.
Destaca del actor su capacidad para «identificar al mexicano, en su forma de hablar, de vestir, a la gente humilde de aquel tiempo» pretérito, pero cree que hoy tendría un mensaje alto y claro que dar.
«Hablaba mucho de paz, entonces en esta situación podría decir algo de eso, de la violencia que estamos viviendo», que ha dejado más de 40.000 muertos desde fines de 2006, cuando el presidente Felipe Calderón lanzó una estrategia de combate frontal contra el crimen organizado.
«Su mensaje era que viviéramos en paz y que respetáramos a todas las personas, especialmente a los niños. De alguna manera el México actual es problemático», agregó.
Entre tanto devoto se colaron también algunos vivales, como Luis Guzmán, un coleccionista que vendía por cien pesos (unos 8 dólares) dos ejemplares de la revista «Life» en español de 1956 y 1965 con «Cantinflas» en portada, y otro ejemplar de «Mañana» de 1968, cuando Mario Moreno rodaba «Por mis pistolas».
Por la noche la primera dama de México, Margarita Zavala, fue la encargada de presidir la emisión de un sello postal, del que hay dos versiones, en una figura un cuadro de Rufino Tamayo de 1947 que el artista regaló a Cantinflas; y en la otra una fotografía del cómico alumbrado con una linterna.
Esta emisión filatélica de colección, limitada a 200.000 ejemplares, de los cuales sólo 250 portaran el sello que hoy se destruyó por lo que está previsto que se conviertan en objetos muy preciados.