El grupo mexicano «La buena impresión» ha descubierto a los camboyanos las distintas técnicas del grabado gracias a una prensa específica para esta disciplina que ha llevado a la Universidad Real de Bellas Artes de Phnom Pehn y que actúa como poderoso foco de atracción para sus alumnos.
«La buena impresión» ha llegado a Camboya con un proyecto para formar a jóvenes estudiantes en las técnicas del grabado gracias a un taller que incluye también lecciones de Historia del Arte y con el que ha abierto un nuevo mundo artístico a los estudiantes al tiempo que contribuye a ayudarles a encontrar su identidad jemer.
«Nunca habían tenido una prensa de este tipo en Camboya, así que no había tradición. Todo lo hacían a mano», explica el mexicano Fernando Aceves, uno de los principales impulsores de la iniciativa.
El colectivo «La buena impresión» está formado por Francisco Castro, Nicolás Guzmán, Lydia Parasol, Doctor Lakra, Irais Esparza y el propio Aceves.
«El arte es importante en momentos de reconstrucción de un país porque ayuda a encontrar la personalidad colectiva», asegura Aceves, en referencia al régimen del Jemer Rojo, que mató a cerca de dos millones de personas entre 1975 y 1979 y cuyas secuelas aún perviven en el país.
El taller Oaxaca, bautizado en honor a una de las regiones con mayor tradición de grabado en México, es un hervidero de alumnos y profesores atraídos por la novedosa técnica, a pesar de que la Universidad Real de Bellas Artes, donde se sitúa, está de vacaciones.
La prensa para grabados, de un llamativo color morado y 390 kilos de peso, domina una sencilla aula de paredes blancas decorada sólo con una gran pizarra y con las manchas de tinta que han quedado después de tres meses de trabajos.
A su alrededor, en mesas y pupitres colocados sin un orden lógico, los alumnos trabajan en los diferentes procesos de la composición de su grabado, desde la creación del diseño a la impresión.
Las nuevas técnicas que imparte el grupo mexicano son más complejas que las que conocían estos camboyanos y los futuros artistas se aplican en mejorar su pericia en el dibujo y el cincelado.
«Tardo casi una semana en hacer todo el proceso», afirma Seat Sopheap, de 22 años, mientras bosqueja en una plancha de metal un guerrero-mono, tradicional de la cultura camboyana, que luego tendrá que grabar.
«Es muy difícil porque si me equivoco mientras estoy haciendo el cincelado, la plancha queda inservible. Así que no hay margen de error», afirma el joven artista, quien corrige continuamente sus trazos.
La novedosa técnica enlaza con los bajorrelieves que decoran los famosos templos camboyanos de Angkor, construidos entre los siglos IX y XV, cuyo proceso de grabado aún se enseña en aulas y talleres.
El color marrón deslavado de la roca se convierte, sin embargo, en un intenso contraste de blancos y negros que da a los motivos un aura más enigmático.
Neak Sophal trabaja con esmero en el ojo de una mujer mayor cuyo pelo ha recogido bajo un krama, el pañuelo tradicional camboyano.
«Me sorprenden los resultados que se obtienen. Es como hacer lo mismo de siempre pero luego tiene más fuerza, es más expresivo», afirma la joven que estudia para convertirse en diseñadora gráfica.
Su compañero, Ly Karim ha terminado su plancha y la embadurna generosamente con tinta y luego retira la cantidad que considera sobrante para evitar que el papel se empape durante la impresión.
La plancha embutida entre dos hojas de papel entra en la prensa y vuelve a salir con la imagen impresa.
«Es una técnica nueva aquí pero tiene mucho potencial. Creo que es posible encontrar un nicho de mercado entre turistas y camboyanos de clase alta para que continúe», asegura Aceves, mientras se limpia los restos de tinta de la última impresión.