Gerhard Bartels tenía la fisionomía perfecta del niño ario.
Su tez blanca, ojos azules claros, y sus cachetes sonrojados representaban el ideal de hombre perfecto según Adolf Hitler, por lo que el dictador no dudó en usarlo para hacer propaganda nazi justo antes que empezara la Segunda Guerra Mundial.
En los años antes del conflicto bélico, el rostro de Bartels apareció en postales, libros y material de campaña que ensalzaba al régimen nazi.
Cuando fue fotografiado con el dictador, Bartels tenía solo cuatro añitos.
Ahora debería tener ya 89 años, pero no hemos podido comprobar si sigue vivo.
ROMPE SU SILENCIO
Hace seis años, ycuando se celebraban 70 años del fin de la II Guerra Mundial, el hombre rompió su silencio y habló sobre cómo fue su encuentro con el «Führer».
Según rescataba el «Daily Mail», Bartels recordó que a sus cuatro años sus padres le ordenaron que buscara su mejor ropa porque «iba a conocer al Fuhrer».
«No me permitían jugar ese día con los otros niños para que no ensuciara mis ropas. No me gustaba nada de aquello, porque yo solo quería salir a jugar».
Bartels fue seleccionado, porque su tío, Isidor Weiss, era amigo de Hitler.
Su rostro se usó para una campaña nazi que buscaba la adopción de niños arios.
Weiss entabló amistad con Hitler durante la Primera Guerra Mundial.
Los padres de Bartels eran dueños del hotel Alpenhof, ubicado al lado del Hotel bávaro Weiss, del que Hitler era un visitante regular.
«Hitler era un gánster. Los nazis me usaron con fines de propaganda. Se me usó para mostrar el amor de Hitler por los niños. Pero todos los dictadores hicieron lo mismo, desde Mussolini a Stalin. Yo fui elegido porque obviamente encajaba con lo que Hitler pensaba que era un buen hijo ario».
LO SABÍA
Bartels ha señalado que cuando conoció a Hitler no cumplió con las instrucciones de saludar con las palabras habituales «Heil Mein Führer».
«Incluso a una edad tan temprana, en el fondo yo sabía que me estaban manipulando».
Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal de Hitler fue el encargado de hacer las instantáneas del pequeño, que recuerda de forma especial la fotografía que le hicieran en 1936.
«Yo estaba feliz de ser fotografiado porque pensé que iba a tener una gran rebanada de pastel de manzana».
Otras personas datan la fotografía en 1937.
«Pero su fotógrafo se llevó todas las fotos y 80 años después sigo esperando ese trozo de tarta. Como muchas otras promesas de Hitler, lo que decía en el momento sonaba bien pero no era lo que él quería hacer».