No todos los dueños de pitbulls son hombres musculosos con aspecto de agresivos. Pero los estudios científicos demuestran que escogemos como mascota al perro que más similitudes tiene con nosotros.
Lo verás en cualquier parque: dueños y perros que parecen cortados con el mismo patrón.
Puede que te encuentres con un hipster barbudo acompañado de un ser peludo con el que parece compartir peluquero.
O con un hombre musculoso y aspecto agresivo que lleva a un pitbull de la correa.
Es probable también que coincidas con una esbelta mujer que corre junto a su galgo afganos, el pelo de ambos ondeando el aire.
Pero, ¿por qué la gente escoge mascotas caninas que se parecen tanto a ellas?
La respuesta no es tan superficial como se podría pensar.
Y da nuevas pistas sobre cómo se forjaron los profundos lazos que unen a los humanos y a los que se dice son sus mejores amigos.
Es un hecho
De hecho, existen similitudes inesperadas entre la forma en la que escogemos a nuestra pareja y a nuestro perro.
Michael Roy, de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos), fue de los primeros psicólogos en investigar sobre esta idea.
Acudió a tres parques caninos cercanos, fotografió a los perros y sus dueños por separado, y después pidió a un grupo de voluntarios que los emparejaran.
Pronto se dio cuenta que, sin aportar más pistas, eran capaces de decir con bastante precisión quién vivía con quién.
Así que volvió a hacer la prueba, y el resultado fue similar.
Y en otros estudios que llevó a cabo a partir de entonces, las conclusiones fueron parecidas.
Es cierto que la mayoría de las veces eran las mujeres de pelo largo las propietarias de los perros con orejas grandes, y que los hombres más voluminosos preferían perros grandes.
Y en otras ocasiones el parecido era más sutil, y tenía que ver con la forma de los ojos.
De hecho, cuando el doctor Roy tapaba en las fotografías los ojos de los dueños y los perros, a los participantes les costaba más acertar con las parejas.
Quizá todo esto tenga que ver con lo cómodos que nos sentimos con aquello que, por una razón u otra, nos es familiar.
Así, puede que nos sea más fácil aceptar en casa a un perro cuyos rasgos encajen con los de nuestra familia.
¿De tal perro, tal pareja (y tal auto)?
Algunos psicólogos incluso creen que esto es una derivación de la manera en la que buscamos a la pareja.
Existe la teoría de que al juntarnos con alguien que se parece a nosotros aseguramos que nuestros genes son compatibles.
Y según algunos expertos, con esa misma lógica preferiríamos cualquier cosa que nos recuerde a nosotros mismos.
Así, elegiríamos nuestro coche en base a ese mismo criterio: alguien con una mandíbula prominente tendería a comprar, por ejemplo, un jeep.
Y cerrando el círculo: nuestro auto terminaría pareciéndose a nuestro perro.
De acuerdo a esta teoría, no solo solemos buscar aquello que sea similar a nosotros en apariencia.
También tendemos a juntarnos con aquella gente que tiene una personalidad parecida a la nuestra.
Hace un par de años Borbala Turcsan, de la Universidad de Eotvos en Budapest, Hungría, decidió investigar si esto se aplicaba también a la hora de escoger mascota.
«La relación con un perro es muy especial», dice la experta.
«No solo son mascotas, sino miembros de la familia, un amigo, un compañero», explica.
«Así que pensamos que podría existir un paralelo entre la forma en la que los escogemos y la manera en la que elegimos pareja».
Sí tienen personalidad
La mera idea de la personalidad canina puede generar muchas dudas.
Pero experimentos anteriores demostraron que algunos rasgos de personalidad de los humanos tienen su par en los perros.
Por ejemplo, el par de una persona introvertida sería un perro que difícilmente se aleja de las piernas de su dueño.
Así, Turcsan descubrió que los perros y sus dueños solían compartir algunos rasgos del carácter.
«El parecido era incluso mayor del que encontramos entre matrimonios y amigos», remarca.
Sin embargo vieron que la correlación no se explicaba por el tiempo que el dueño y el animal llevaban viviendo juntos.
No parecía que las mascotas hubieran aprendido de sus propietarios y los imitaran.
De hecho, la personalidad parecía inherente al perro.
Por lo tanto, la idea de que elegimos a nuestra mascota para que sea compatible con nosotros no le pareció descabellada a la experta.
Y es que hay relaciones dueño-perro que duran tanto como los matrimonios.
Todo esto nos remonta al tiempo en el que nació esta relación entre los humanos y los que hoy se consideran sus mejores amigos.
Los humanos empezaron a domesticar perros hace unos 30.000 años para que les ayudaran a cazar.
Pero poco a poco los fueron criando a su semejanza.
Y el resultado son unos intensos lazos emocionales que superan las fronteras naturales entre nuestras especies.
Hoy nuestros perros se parecen a nosotros, actúan como nosotros y, a diferencia de otras personas, siempre nos corresponden con sus sentimientos.
En muchas formas, son el mejor reflejo de nuestra propia naturaleza.