El gran éxito de Rapsodia Bohemia, la película sobre Freddie Mercury y Queen, que además del fervor del público obtuvo cuatro Oscar, produjo varios efectos colaterales. La música del grupo británico volvió a escucharse por todas partes, los productores de Hollywood salieron en estampida a buscar otras historias de rockers para filmar, y personajes cercanos a Freddie Mercury, secundarios en la película, empezaron a ser descubiertos y sus vidas comenzaron a conocerse. (Estas fueron las últimas y trágicas palabras de Freddie Mercury)
Le tocó a Mary Austin, la primera novia y albaceas del cantante, a John Deacon, el bajista de Queen que se alejó de los focos hace más de dos décadas, y también a Paul Prenter, manager y pareja de Mercury. ( ¿Sabes qué ‘anomalía’ cerebral comparten Mozart, Freddie Mercury y Ana Torroja?)
Prenter, sin dudas, era el personaje menos conocido (o recordado) del entorno del cantante. Pero con el éxito cinematográfico todos fueron detrás de su historia. No es para menos. Con habilidad, los guionistas, lo ubicaron en el centro de la historia y lo convirtieron en el villano, en el antagonista perfecto.
Paul Prenter trabajaba en una radio de Belfast. Pasaba discos de soul y oldies por las noches. En 1975 conoció a Freddie Mercury. Las circunstancias del primer encuentro son difusas. Hay quienes aseguran que se conocieron en un bar, en una de las habituales incursiones nocturnas de Freddie; mientras que otros sostienen que primero se convirtió en asistente del manager de la banda y que así, trabajando, se produjo el primer acercamiento. Poco importa. Porque con el tiempo Prenter iba a ir ganado un lugar destacado en la vida de Mercury. Fue su amante, su asistente personal y luego se convirtió en manager.
Ambos tenían un cierta similitud física. Misma talla, parecido bigote, musculosas y actitud desafiante. Prenter era más castaño y con los años el deterioro del tiempo produjo más daños en él que en Freddie.
Brian May, el guitarrista de Queen, pone sobre Prenter la carga más pesada de las malas decisiones del grupo a principios de los ochenta. No es extraño, entonces, que la película centre todos los males de la banda en su persona dado el rol fundamental de May en ella.
Muchos ven a Prenter como una especie de Yoko Ono de Queen (siempre y cuando fuera real que la artista tuvo la injerencia que la leyenda le atribuye en la separación de los Beatles).
En 1982 Queen editó el peor de sus discos, Hot Space. Un híbrido sin rumbo, ni fuerza que muestra al grupo desorientado, sólo salvado por esa joya indeleble que es Under Pressure en colaboración con David Bowie. Los otros miembros de la banda endilgan ese fracaso a Prenter y a su (mala) influencia en Mercury. Parece difícil creer que haya sucedido de esa forma.
Los otros tres integrantes del grupo siempre tuvieron fuerte presencia en los discos, tanto en las decisiones como desde las composiciones. Atribuirle la responsabilidad de la baja forma artística a Prenter sólo parece una mala excusa por más que él haya sido uno de los causantes del aislamiento temporario de Freddie Mercury. Su actuación como manager fue demasiado prolongada (desde 1977 hasta 1985) como para que los haya tomado por sorpresa y obligado a hacer cosas y tomado decisiones artísticas contra su voluntad.
Prenter, además de por su relación íntima con Mercury, consiguió su lugar como manager al delatar frente a los otros tres miembros del grupo que el anterior encargado de los negocios de Queen, John Reid, estaba negociando para conseguir un disco solista para Mercury. Paradójicamente, seis años después, fue Prenter el que firmó un muy beneficioso acuerdo de varios millones de dólares para la aventura solitaria de Mercury. El disco se llamó Mr. Bad Guy y no tuvo demasiada repercusión.
Quien ingrese a los foros de los fanáticos de Queen se encontrará que allí, como en la película, no hay medias tintas. No hay matices. Prenter casi no es nombrado por su apellido. Allí es Judas o engendro del demonio. Cada vez que aparece alguno de esos dos apelativos, todos saben a quién se están refiriendo. El causante de todos los males del grupo.
En mayo de 1987 Freddie Mercury ocupó la portada de los diarios sensacionalistas ingleses por varios días. Eso nunca es bueno. Prenter vendió a su viejo amigo por 32 mil libras de la época. En un cruel goteo, The Sun fue publicando las declaraciones de Prenter día a día. Primero llevó a la tapa la noticia de que dos de los amantes de Mercury habían muerto de sida.
Al día siguiente la portada se cubrió con un textual de Prenter: «Es más fácil que Freddie camine sobre las aguas que verlo salir con mujeres». Ese día también contó que Freddie tuvo su primera relación homosexual a los 14 años en la India mientras cursaba sus primeros años en el colegio secundario, y que en las giras Mercury continuaba de fiesta todos los días hasta las 7 de la mañana y que siempre conseguía algún hombre con quien dormir; «Odiaba dormir solo», dijo Prenter.
El tercer día fue el golpe de gracia: Título con letra catástrofe, All the Queen’s men (Todos los hombres de la reina) y una doble página con decenas de fotos de Mercury abrazado con distintos hombres.
Hasta ese momento no se había producido el outing de Freddie. Era un tema del que él no hablaba en público y la prensa, por lo general, tampoco lo hacía. El escándalo se esparció a una velocidad pasmosa beneficiándose de la sed de sensacionalismo del público y en la homofobia reinante.
En esa entrevista Prenter también contó que Freddie se había hecho un examen de sangre para saber si había contraído la enfermedad y que le había dado negativo. Recién dos años después, en un examen posterior, Mercury descubrió que era portador de VIH.
Las motivaciones de Prenter fueron varias. Se impuso el despecho por la ruptura y porque Mercury estaba en pareja con Jim Hutton, con quien permaneció hasta su muerte. También influyó la buena oferta económica (alrededor de 130 mil dólares actuales) y la tentación por concitar la atención pública, el deseo de ser famoso.
Mercury no le perdonó la delación y las múltiples infidencias y, a pesar de los intentos de Prenter por contactarse con él, nunca más aceptó hablarle. Prenter, tiempo después, justificó su decisión alegando que la presión de los periodistas fue insoportable para él. No parece un gran argumento.
En Rapsodia Bohemia como en toda biopic hay algunas inexactitudes, algún alejamiento con la historia real, para aumentar la tensión narrativa. En ella, Prenter es despedido antes del Live Aid y su gran traición posterior se produce en una entrevista televisiva cuando su despido fue posterior a concierto que vertebra la cinta y sus declaraciones explosivas fueron hechos a The Sun, un diario sensacionalista.
Queen no tuvo demasiada suerte con su managers. El primero de ellos fue despedido en medio del éxito del grupo. Hubo peleas, litigios y alguna canción , Death on Two Legs, en la que en la letra los músicos no lo recuerdan con demasiado cariño, un brutal ajustes de cuentas: vieja mula descarriada con modales de cerdo, deprimente, mala persona, aborto, charlatán, son algunas de las calificaciones que recibe Norman Sheffield en la canción.
Los problemas entre los músicos de rock y sus managers siempre existieron. El récord lo debe tener Allan Klein que según los músicos estafó a Los Beatles y a los Rolling Stones. Klein, debe reconocerse, merece un lugar en el Salón de la Fama de los estafadores. Leonard Cohen también sufrió un fraude por parte de Kelly Lynch, manager y ocasional amante, que lo obligó a salir de su retiro en el templo budista para pasarse sus últimos años de gira para recuperar los millones perdidos. Lo mismo le sucedió a Billy Joel, quien dedicó buena parte de las letras de River of Dreams a denostar e insultar a su antiguo manager. Hubo padres que estafaron a sus precoces hijos músicos, ex esposos y hasta hermanos. La historia del rock también es la historia de las traiciones de los seres amados y del entorno.
En pareja con Hutton , alejado definitivamente de Prenter, ya con el diagnóstico de la enfermedad (que en ese momento era una certera sentencia de muerte), Freddie se refugió en el trabajo y en su grupo. Los últimos años grabaron frenéticamente. Todos sabían que quedaba poco tiempo.
El deterioro físico de Mercury era evidente. Perdía peso y energías y sus apariciones públicas eran cada vez más escasas. Los rumores sobre la salud de Freddie se amontonaban en los diarios. En agosto de 1991, mientras los periodistas buscaban que alguna enfermera les diera información sobre la salud de Mercury, se les pasó una noticia que hubiera ocupado la primera plana de los diarios sensacionalistas por varios días. Paul Prenter había fallecido como consecuencia del sida. Solo, abandonado, sin dinero y sin siquiera conseguir la atención final de la prensa que buscó con denuedo.
Tres meses después, el 23 de noviembre de 1991, el agente de prensa de Freddie Mercury dio a conocer un escueto comunicado que confirmaba los rumores y los peores temores de los fans: «En virtud de las enorme atención que la prensa ha brindado al asunto en las últimas dos semanas, deseo confirmar que he dado positivo de VIH y que por lo tanto padezco de sida. Creía adecuado mantener en secreto esta situación hasta la fecha para conseguir la tranquilidad de quienes me rodean. Pero llegó el momento para que mis amigos y fans de todo el mundo conozcan la verdad y junto a los doctores me ayuden en la batalla contra esta terrible enfermedad».
No hubo demasiado tiempo para conmociones. Era otra época y las noticias corrían más lento. Al día siguiente, el 24 de noviembre Freddie Mercury moría en su mansión.
La traición de Prenter, el develar sus secretos e intimidades, no afectó la imagen póstuma del cantante. La leyenda se mantuvo intacta. Tan sólo sirvió para redondear un argumento cinematográfico. Acaso a Paul Prenter no le hubiera disgustado este destino. Muchos años después, al menos, consiguió la fama que tanto persiguió.