Lo entrevista la periodista Araceli Martínez Ortega este15 de Junio 2019 en el diario ‘La Opinión. Y merece la pena leer lo que dice Ezequiel Peña y el mensaje de esperanza que manda a todos los hispanos.
Ezequiel Peña quien se ha ganado a pulso el título de Charro de México por sus más de tres décadas de dedicación a la música regional mexicana y al espectáculo ecuestre, pide a los inmigrantes no aflojarle al trabajo.
“Yo soy un ejemplo de que el sueño americano sí existe. Vine como indocumentado y ahora soy ciudadano. Así que no se desesperen. Entiendo que nos están apretando las tuercas día con día. Ojalá que vean que venimos a trabajar y a no hacer ningún daño. Ojalá nos den la oportunidad de hacer más grande este país y se den cuenta de lo que los latinos significamos para este imperio”.
Ezequiel, que tiene ya 54 años, vino indocumentado a los Estados Unidos cuando tenía 19 años para ayudar a sus padres en México.
“Entré por Tijuana en 1985. Le pagué a un coyote como 125 dólares nomás por brincarnos el alambre. Pero después pasé situaciones tan humillantes que hice una promesa de que no volvería al país hasta que me legalizara o tuviera para vivir en México”.
Su sueño era comprarse un buen caballo, una troca y tener 10,000 dólares en el banco.
“Ya con eso me sentiría el hombre más feliz de la tierra”.
Pero sus sueños se le desplomaron muy rápido cuando se dio cuenta que los 123 dólares que ganaba a la semana en la fábrica de muebles en Santa Fe Springs donde llegó a trabajar no le alcanzaban para nada.
Se estableció en el este de Los Ángeles, donde radicó muchos años.
“Durante cuatro años tuvo una variedad de empleos. Trabajé en la fábrica de muebles, fumigación, jardinería, en el campo y de troquero”.
Fue cuando andaba de jardinero que se enteró que un primo tenía un grupo musical.
“¿Te gustaría darnos una audición?, me preguntaron. Y les gustaron las canciones que canté y me quedé en el grupo. Cantábamos música de Los Ángeles Negros, los Yonics, de todo”.
Durante los fines de semana, Ezequiel cantaba en bodas y quinceañeras; y de lunes a viernes, trabajaba de chofer transportando carga en California, Nevada y Arizona.
“Ya cuando empecé a ver que salía para los pagos de la casa y la renta, en el 89 dejé mi trabajo de troquero y me dediqué a cantar con la banda”.
En el 88 empezó como solista. Grabó doce temas de José Alfredo Jiménez con mariachi y cuando iba a hacer un segundo disco, la compañía disquera le propuso hacer su propio grupo Vallarta Show.
Fue justo en ese año, cuando Ezequiel tuvo la oportunidad de hacerse residente con la Amnistía de Reagan gracias a que había trabajado como tractorista en el campo en Colorado.
“Entre 2002 y 2003 me convertí en ciudadano. Lo primero que hice fue dar gracias a Dios e irme a Tijuana a comerme unos tacos”.
Y reconoce que con la ciudadanía le cambió la vida porque se le dio la oportunidad de votar y hablar por la gente que no tiene papeles.
En lo musical, al separarse del grupo y hacerse solista, pudo grabar ranchero e iniciarse con el espectáculo de caballos.
Ferviente admirador de don Antonio Aguilar, quien lo bautizó como el Nuevo Charro de México, admite que se inspiró en su trabajo para montar su espectáculo ecuestre, en el que canta montado a caballo.
“Lo que yo he buscado siempre es traer un pedacito de nuestro México a tantos hermanos que están de este lado. Ya llevo 26 años con el espectáculo ecuestre”.
A Ezequiel le tocó trabajar con don Antonio Aguilar en el año de 1999. En el 2000 con Vicente Fernández, y en 2013 con Joan Sebastian.
El Charro de México afirma que sus grandes sueños que tuvo desde jovencito de ser cantante, se le hicieron realidad al emigrar a Estados Unidos.
“Cuando llegué, mi sueño inmediato era grabar mi disco, lo logré. Luego escucharme en la radio, me escuché. Después escucharme en el público, y traer el espectáculo a caballo. Todos los he ido realizado. Ahora tengo mi vista muy fija hacia arriba”.
Pero no puede olvidar, dice con humildad, que todo se lo debe a Dios y al público. Y claro él le ha puesto las ganas para hacer las cosas bien.
Por eso, le dice a todos los inmigrantes que no pierdan las esperanzas, y continúen trabajando con las mismas ilusiones, ganas y respeto.
“Sigan con esas ilusiones con las que llegaron porque yo soy un ejemplo de que los sueños se hacen realidad”
Eso sostiene Ezequiel, quien porta el traje de charro con mucha dignidad y orgullo, sin una sola arruga.