La Segunda Guerra Mundial dejó unas profundas marcas que aún se encuentran en la actualidad y que llegan más lejos de lo esperado. La justicia condenó al Estado uruguayo a vender el mascarón de popa del acorazado nazi hundido frente a Montevideo en 1939 y extraído de las aguas del Río de la Plata por empresarios privados en 2006.
Se trata de una escultura de un águila que lleva una esvástica en sus garras y que ha encendido polémica desde que fue rescatada del fondo del estuario platense. La venta deberá realizarse en un plazo de 90 días y el producto deberá compartirse a medias con los empresarios que organizaron el rescate de esa pieza, de acuerdo con la ley de rescates marítimos vigente en Uruguay.
La misma suerte deberá correr el telémetro del buque, una pieza óptica también rescatada que servía para mejorar la puntería de los cañones. «Todo se realizó de acuerdo a la ley y por contrato. Un representante del ministro de Defensa reconoció en el juzgado que recibieron la visita de la embajada alemana que pidió que ni se exhiba ni se venda, lo que demoró el cumplimiento del contrato», dijo a The Associated Press el empresario Alfredo Etchegaray, uno de los responsables de la compañía beneficiada por el fallo de primera instancia.
El dictamen de la jueza Gabriela Rodríguez llegó tras un litigio de más de una década y el Estado uruguayo puede apelar el fallo. El águila del Graf Spee es de bronce macizo, mide dos metros de alto y 2,80 de envergadura, mira hacia el frente, tiene sus alas desplegadas, sus plumas marcadas como si fueran una coraza y en sus garras lleva una corona de laureles y la cruz esvástica.
Cuando fue extraída del Río de la Plata se la exhibió casi dos meses en un hotel de la capital uruguaya. Luego Alemania reclamó su propiedad y se opuso a su venta. Instituciones judías pidieron que la esvástica fuera cubierta y fue tapada con una tela. También hubo problemas con la comisión que rige el patrimonio histórico. Finalmente, el gobierno la guardó en la base de los Fusileros Navales, donde lleva más de una década en una caja de madera, sellada y lacrada.
Uruguay siempre rechazó el reclamo alemán. En declaraciones a AP en 2017, el canciller Rodolfo Nin Novoa refutó la pretensión germana basada en que los buques de guerra nunca dejan de pertenecer a su país aunque se hayan hundido. «Lo que hay ya no es el barco, sino sus restos», argumentó. Pero Nin Novoa sí manifestó entonces la preocupación alemana de que la pieza se transformara en un objeto de culto neonazi.
El Graf Spee se hundió frente a las costas de Montevideo el 17 de diciembre de 1939, cuatro días después de batirse contra dos cruceros británicos y uno de Nueva Zelanda. Tras la batalla, el acorazado recaló en la capital uruguaya. Luego de poner a salvo a su tripulación, el capitán llevó el barco aguas adentro y lo hundió. Después se suicidó en Buenos Aires.
En Montevideo hay tumbas de marineros ingleses y alemanes. Del barco se han extraído otras piezas. En Sarandí del Yi, 200 kilómetros al norte de la capital, donde estuvieron recluidos marineros alemanes tras la batalla, hay uniformes. En el puerto de Montevideo hay un ancla y está exhibido el telémetro. En los jardines del Museo Naval hay un cañón extraído en 1997.
Dentro se conserva una camilla, uniformes con la cruz esvástica, tornillos, binoculares, un sextante y un instrumento para corregir el tiro de la artillería según el viento. También hay un medallón de medio metro de diámetro que tiene esculpido el perfil de Adolf Hitler, su nombre y una esvástica.