La muerte de Michael Hutchence causó una gran conmoción la mañana del 22 de noviembre de 1997, los noticieros despertaron con la noticia y el mundo estaba conmocionado ante el hecho.
Kell Hutchence, padre del artista, recibió la llamada telefónica de un periodista que le pedía un recuerdo de su hijo muerto. El millonario australiano no entendió lo que escuchaba. Él había salido a comer con Michael Hutchence la noche anterior y lo había dejado, vivo y bien, en el Ritz-Carlton de Double Bay, en Sidney, donde el frontman de INXS estaba a punto de comenzar la gira de presentación de Elegantly Wasted, el décimo álbum de la banda.
Así fue como el empresario supo que en ese hotel, en la habitación 524, su hijo Michael había sido hallado sin vida poco después de las 10 de la mañana. El forense dictaminó un suicidio, que se correspondía con el mensaje que el músico había dejado en el teléfono de su manager: “Nada me importa ya”. Algunas personas cercanas hablaron de un asesinato. La prensa prefirió la hipótesis de la muerte por asfixia erótica, efecto indeseado de un trío: eso encajaba mejor con los excesos que prometía el nombre del grupo y la imagen de dios del sexo que identificaba a Hutchence.
Pero ahora el documental Mystify, de Richard Lowenstein, esclareció los hechos que terminaron con la vida de la estrella a los 37 años, hace ya más de 20. La película, que se estrenó esta semana en el Reino Unido y se vio antes en el Festival de Tribeca, reveló un episodio que afectó severa e irreversiblemente la salud de Hutchence, y que jugó un papel central en su muerte.
Lowenstein, director de Autoluminescent, sobre el guitarrista Rowland S. Howard, realizó 16 de los clips de INXS desde que se hizo amigo de Hutchence en Niza, Francia, en 1984: “Never Tear Us Apart”, “Listen Like Thieves”, “Suicide Blonde” y “New Sensation” son algunos de ellos. Por su relación con Hutchence (que también actuó en un largometraje de Lowenstein, Dogs in Space) accedió a, literalmente, archivos enteros de material sobre este ícono de los tardíos ’80s y los ’90s, que además tenía la costumbre de registrar mucho de su propia vida cotidiana en videos.
Billboard citó uno de esos segmentos, que a la luz de la historia del músico cobra un sentido nuevo. Hutchence camina en un olivar y comenta sobre esos arbustos que pueden vivir siglos: “Son inmortales. Son tan viejos… y nosotros nunca llegaremos a serlo«.
Entre los entrevistados se destacan -además de la familia de Hutchence y otros miembros de la banda, como el guitarrista Kirk Pengilly– sus amigos Bono, de U2, y Chris Bailey, de The Saints; su productor Chris Thomas y algunas de sus ex novias, como la cantante Kylie Minogue. Y sobre todo la supermodelo Helena Christensen, quien aportó la clave para resolver el misterio sobre la muerte de Hutchence: algo que le sucedió en 1992, en Copenhague, mientras paseaba con ella.
Además de los fans de INXS -que no son pocos: la banda australiana tuvo un éxito enorme, con ventas de 60 millones de álbumes-, Mystify es interesante para cualquiera que quiera entender un momento muy especial de la cultura popular: el final de las grandes estrellas de rock, de las cuales Hutchence, con su pelo revuelto y su pecho desnudo, fue de los máximos ejemplares. Indulgencia, curiosidad, avidez, vulnerabilidad, hedonismo: lo tuvo todo.
Y una pila de romances. Mystify los sigue, desde la relación adolescente con Ananda Braxton-Smith, con quien leía a Allen Ginsberg, Dylan Thomas y Oscar Wilde, hasta su primer amor, la muchacha que inspiró “Never Tear Us Apart”, Michele Bennett, quien se mantuvo a lo largo de la vida de Hutchence como una gran amiga, y fue la que alertó que él no le respondía las llamadas aquel 22 de noviembre de hace 22 años.
Kylie Minogue mostró a Lowenstein videos privados y fotos personales de su relación con Hutchence, que duró entre 1989 y 1991. “¡¿Estás loca?!», le dijo el cineasta cuando ella se ofreció a cedérselos para el documental. “Cuando llevé esos materiales en el avión, sentí que debía tenerlos en un maletín esposado a mi muñeca”, contó Lowenstein a New Musical Express (NME). “No creo que la película hubiera resultado esta película si no fuera por ella y por su confianza”.
Así se los ve en un viaje fastuoso en el Orient Express, en un bote en Hong Kong, en distintas formas de exploración. “Sexo, amor, comida, música, viajes, libros, lo que fuera, él quería probarlo todo”, dijo ella en Mystify. “Y como su pareja yo también experimenté mucho de eso. Si uno es un ser sensual, todos los sentidos necesitan estimulación. Él sin dudas despertó mi deseo por las cosas de mi mundo. Tenía una curiosidad insaciable, por todo lo que hay de bueno en la vida, y por algo de lo malo«.
Cuando Lowenstein le mostró las partes del documental donde ella aparecía, le preguntó si quería cambiar algo. “Pero ella tenía la voluntad de contar todos los aspectos: las drogas, el sexo, el dolor de la separación”, dijo el cineasta a NME. “Sólo me dijo: ‘No, ese segmento está maravillosamente hecho’».
Tras romper con Minogue, el frontman de INXS comenzó a salir con Christensen, y con ella estaba, en 1992 cuando sucedió el episodio que transformó su vida.
“Ella no tenía un registro en video, pero había vivido la experiencia de lo que sucedió en Copenhague. Nunca había hablado del tema porque Michael le hizo jurar que lo mantendría en secreto, y ella decidió cumplir», detalló Lowenstein. “Pero, para darle crédito, se sentó y dijo: ‘Creo que es hora de contar la historia completa de lo que pasó’«.
Montaban en bicicleta; se detuvieron un momento a un costado de una calle estrecha para comer pizza. Un taxista, que no podía pasar, se bajó del vehículo y comenzó una discusión. Hutchence le contestó. Sin más palabras, el hombre lo golpeó. El músico cayó de espaldas y se golpeó la cabeza contra el bordillo de la acera. El ruido del cráneo contra el cordón de piedra asustó al taxista, que escapó.
“Michael estaba inconsciente, le salía sangre de la boca y del oído. Pensé que estaba muerto«, recordó la modelo en Mystify.
En el hospital, Hutchence despertó agresivo y confuso. “Trataron de hacer que se quedara, pero él empujaba [a los enfermeros y médicos]. Pensaron que estaba borracho”, agregó la modelo. Lo dejaron ir.
“Se quedó en cama durante un mes en mi apartamento, vomitando la mayor parte del tiempo», contó. “Debería haber estado en el hospital, pero se oponía de manera muy agresiva”. En ocasiones, cuando ella trataba de alimentarlo, la empujaba. “Casi llegó a la violencia. Apareció un lado oscuro, muy furioso, de él”.
Al cabo de ese mes, cuando viajaron en París y él seguía mal, aceptó hacer una consulta médica. Le ordenaron una resonancia magnética que reveló una fisura en el cráneo y la ruptura de nervios vitales.
Cuando regresó a Melbourne tenía que grabar unos videos musicales con Lowenstein. “Nos dijo que había tenido un accidente”, recordó el cineasta a The Irish Times. Comentó con él y con la banda que había perdido el sentido del olfato y prácticamente todo el del gusto. “Pero no nos habló sobre todas las repercusiones. Recuerdo con claridad que hablé con mi director de fotografía, Andrew de Groot, y le dije: ‘Acá hay algo malo’”.
Describió al periódico irlandés: “Era una persona totalmente distinta de la que había sido meses antes. La irritabilidad era muy obvia. Él practicaba kickboxing tailandés, y si hablábamos de algo que le resultaba frustrante, arremetía y rompía el revoque de la pared del hotel con el pie. Lo que me perturbaba más era su incapacidad de mantener una conversación coherente. Empezaba una historia, entonces cambiaba el hilo y hablaba de algo completamente diferente».
En el momento Lowenstein sospechó de una lesión cerebral. “Pero nunca me imaginé algo como lo que terminamos por encontrar”, agregó.
La autopsia había mencionado las consecuencias del traumatismo. La producción de Mystify consiguió el informe completo: 180 páginas que el director miró por encima y, al no entender demasiado, envió a un profesor de neurociencia de la Universidad de Melbourne.
Días más tarde, una noche, el médico lo llamó: “¿Usted sabía que él tenía un daño cerebral grave?”, le preguntó.
Le dio detalles entonces sobre la lesión, que era de gran tamaño y de consecuencias importantes. “Él escondió algo realmente gordo”, le dijo, antes de cortar.
Lowenstein sintió que, de pronto, todas las piezas del rompecabezas encajaban. “La personalidad de Michael había cambiado dramáticamente durante un periodo de dos a tres meses mientras trabajaba con él, en el medio de los cuales pasó el accidente. Siempre creí que algo estaba un poco mal, a diferencia del relato que hacía Michael. Veía destellos de su antigua personalidad, pero también lo veía hacer cosas arrogantes y ególatras, que nadie esperaba que hiciera. No era consecuencia de la fama, porque eso hubiera sido cinco años antes».
En el constante subibaja anímico que definió sus últimos años, un cambio entre la euforia y la ira empeorado por la incapacidad de concentrarse, Hutchence conoció a Paula Yates, una presentadora de la televisión británica casada con Bob Geldorf, el cantante de Boomtown Rats y activista que organizó Live Aid. Cuando se fueron a vivir juntos, Yates y Geldorf comenzaron una pelea por la tenencia de sus hijas. Yates tuvo otra hija, con Hutchence, Heavenly Hiraani Tiger Lily, que tenía 16 meses cuando su padre se suicidó.
En la disputa entre Geldorf y Yates pesó la persecución de los tabloides, que en un momento compraron información por la cual se encontró opio en la casa de la mujer. “Él pensaba que los abogados trataban de quitarle a su propia hija», recordó Lowenstein en NME. No había manera de persuadirlo: “Te decía: ‘No entiendes, tienen unas leyes británicas antiguas’. En ese punto había mucho de conversaciones paranoicas sobre teorías conspirativas”.
Deprimido y confundido comenzó una sucesión de llamadas telefónicas a las 5:30 de la mañana del día de su muerte. Yates le dijo que no podía viajar a Australia porque Geldorf no firmaba la salida de las hijas; Hutchence habló con Geldorf, de nuevo con Yates, luego con amigos. Por fin dejó ese mensaje ominoso en el buzón de voz de su manager y se suicidó.
“El Michael que yo conocí hubiera estado de acuerdo con la gente con la que hablé», arriesgó Lowenstein. “Hubiera querido que la película fuera auténtica y honesta y elaborase un documento de quién era él y cuáles eran sus ambiciones, y le diera un contexto serio a su reputación musical en lugar de ser un anacronismo raro de los ’80s. Quería ser más que aquel dios del sexo con el pelo largo de los 80s”.