La Fórmula 1 aún recuerda su polémica vida

James Hunt: el ‘playboy de la Fórmula 1’ que tuvo sexo con miles de mujeres

James Hunt: el 'playboy de la Fórmula 1' que tuvo sexo con miles de mujeres
James Hunt PD

El mítico James Hunt fue el hombre que vivió cada minuto como si fuese el último. El que eligió ser corredor de autos de un día para el otro. El que tuvo orgías en los días previos a definir un campeonato de Fórmula 1. Al que le practicaron sexo oral minutos antes de subirse a su coche y disputar la carrera de su vida en 1976. El que bebió por 48 horas luego de consagrarse campeón mundial. El que arregló encantado el divorcio de su mujer con el amante de ella. El que le propuso matrimonio a su última pareja un día antes de morir. Por haber sido el gran playboy de la Máxima y por otros condimentos, la historia de James Hunt merece ser contada.

El recordado inglés vino al mundo un 29 de agosto de 1947 en Surrey, localidad ubicada a 32 kilómetros de Londres. Su familia era de buena posición económica y su padre también fue corredor, pero en la bolsa de comercio. A pesar de ser criado en un ámbito conservador, poco duró en la carrera de medicina. Es que su ingreso al automovilismo fue fiel a su estilo: intempestivo, de un día para el otro, sin pensarlo. Aquella competencia en Silverstone a la que asistió por invitación de un amigo lo marcó. Los autos y la velocidad lo enamoraron para siempre. Sin pasar por el karting, a los 18 años, edad en la que se corre en una categoría promocional, decidió ser piloto. Desde ya su familia le dio la espalda y lo acusaron de que iba a manchar su apellido. No sabían que estaban en presencia del Hunt más famoso de la historia.

Fue una etapa de sacrificios donde con dos trabajos, de día y noche, ahorró para comprarse un Mini que él mismo preparó para correr. Luego a los 21 años, cuando ya mostraba su forma de vestir desalineada, pasó por la Fórmula Ford donde recibió el apodo de “Hunt the Shunt” (shunt es un término británico que significa choque). Se cansó de romper monopostos. Pero se destacaba por su manejo agresivo que le permitía avanzar en el pelotón. “Mi primer objetivo es acabar la carrera sobre el suelo, no bajo tierra”, decía. Cuando se mantenía en pista era el hombre espectáculo. Caso contrario, protagonizaba espectaculares accidentes uno en el cual terminó con su coche en un lago. Sobrevivió porque no tenía puesto el cinturón de seguridad reglamentario por falta de presupuesto y el que usó le permitió zafarse.

Más allá de ese percance logró un triunfo en esa temporada que le permitió conseguir los patrocinantes para pegar el salto a la Fórmula 3. Pero los choques siguieron y en una competencia terminó a las piñas con un colega. Hasta que apareció en su vida una persona clave: Lord Alexander Hesketh, quien era un joven aristócrata inglés de 22 años que había heredado una fortuna. No sabía mucho de automovilismo, pero le gustaba el glamour de la F-1. Vio en James esa “estrella de rock” como solía llamarlo. Es que estaba hecho al molde de su equipo. Y Hunt aceptó con gusto correr primero para su escuadra en la Fórmula 2 y después en la Máxima.

Una vez en el gran circo la escuadra Hesketh Racing se transformó en la risa de todos. Un auto blanco con escases de sponsors. Todo salía de la billetera del Lord. Miradas de costado como dando a entender de que eran sapo de otro pozo. Fue un derroche obsceno en una escudería rodeada de bellas mujeres, decenas de botellas de champán y comida cara. Aunque ese desprecio se fue yendo con el correr de la temporada 1973 cuando James, en su primera experiencia en F-1, terminó cuatro de las seis competencias que corrió y consiguió dos podios. Sin embargo sus nueve abandonos en 1974 sobre 15 fechas los pusieron otra vez en problemas. El debut triunfal del piloto inglés en el GP de Holanda de 1975 no impidió la crisis económica de cara a 1976. Hesketh no tenía dinero para poder pagarle y Hunt tampoco para poder solventar una butaca en otro equipo.

A esta altura James también fue y vino en lo personal. Hasta que a fines de 1974 se casó con la bella modelo Suzy Miller a pocas semanas de haberse conocido. Fue un impulso de pasión que contrastó con la vida de casado para Hunt, alguien que era desestructurado. Convivieron escaso tiempo y el matrimonio duró poco más de un año. A comienzos de 1976 se hizo público el romance del actor Richard Burton con Miller (él tenía 50 años y ella 26) quien solía viajar a los Estados Unidos por trabajo. Burton a su vez estaba casado con Elizabeth Taylor. Un artículo del medio británico Daily Mail dio interesantes detalles de la vida de Hunt entre ellos cómo le “vendió” por teléfono el divorcio a Burton, quien esperaba una llamada con alta tensión. “Richard, relajate. Me diste una gran alegría al asumir la cuenta de gastos más grande del país”. James arregló el tema por 1.000.000 de dólares y se sacó dos problemas: la vida cara junto a Miller y no tener que pagar la disolución matrimonial.

Ya en la pretemporada de 1976 y sin una butaca en la F-1, Hunt empezó a golpear puertas. Pero su mala fama no era aceptada por la mayoría de los equipos. Hasta que la salida del brasileño Emerson Fittipaldi de McLaren para dedicarse de lleno a su escudería, Copersucar, le abrió una puerta. Teddy Mayer, por entonces jefe de la escuadra británica, pidió referencias por doquier y las que recibió de Hesketh fueron claves. “Se terminaron sus preocupaciones sobre mi futuro. Decidí lo que voy a ser en la vida. No solo voy a conducir un F-1, sino que voy a ser campeón del mundo”, confiaba James. Resultaba una jugada fuerte contratarlo. Era “champán o suero” como se suele decir en la jerga del automovilismo. Poco creían que esa apuesta iba a terminar bien. La vara estaba alta: había que ganarle a su gran rival, el reciente campeón Niki Lauda, y a Ferrari, nada menos.

Llegó su gran año en el que venció en seis carreras y las dos ausencias de Lauda luego del accidente que casi le cuesta la vida en Nürburgring, lo pusieron a James a tiro en la lucha por el título que se definió en el primer GP de Japón de la historia, que fue transmitido por televisión para 30.000.000 de personas. Lauda iba a vender cara la derrota. Pero también se mostraba muy sensible por la recuperación tras su choque. Así como el austríaco estuvo acompañado solo de su mujer, Marlene Knaus, el británico tuvo otra clase de concentración.

Sir Jackie Stewart reveló una vez que “nunca tenía sexo en la semana previa a un Gran Premio”. Hunt, en cambio, afirmó que “entrenaba con sexo”. Tal vez por eso también aclaró que “nunca sentí placer por ser simplemente un piloto de carreras”. Por eso la previa de la competencia nipona la vivió en su máxima expresión. Haciendo honor a otra gran frase suya: “sexo, desayuno de campeones”. Junto con su amigo y compatriota, el motociclista Barry Sheene (bicampeón de MotoGP en 1976 y 1977), tuvieron orgías con 33 azafatas del British Airlines que también se hospedaron en el Tokio Hilton. También habría habido mucho alcohol y consumido marihuana y cocaína. Incluso seis minutos antes de subirse a su auto el día de la carrera, Patrick Head, que luego fue el responsable técnico de Williams, lo vio con el buzo antiflama a la altura de los tobillos mientras una japonesa le practicaba sexo oral.

Llegó el “Día D” para Hunt. El 24 de octubre de 1976. Fue a su auto y como de costumbre antes de subirse vomitó. Se dijo que era por miedo a morir. Aquella F-1 era muy peligrosa. En sus siete años en la Máxima, siete de sus colegas perdieron la vida. Aunque él esgrimió que “sí, es cierto que a veces vomitaba antes de las carreras, pero no porque tuviera miedo del riesgo que iba a correr como la gente sugería, sino por el miedo a fracasar, a no rendir en la carrera”.

En el medio de un aguacero sobre el circuito de Fuji, Lauda decidió abandonar. “Hay cosas más importantes en la vida que un campeonato, como seguir vivo”, admitió Niki. Hunt, en tanto, se le rompió la goma delantera izquierda, ingresó a boxes para cambiarla, regresó a pista faltando cuatro giros y remontó dos lugares con asfalto mojado. Terminó la carrera y se bajó furioso porque pensó que había resultado quinto, puesto que no le alcanzaba. Hasta que los integrantes de su equipo le confirmaron que completó el podio y con ello fue campeón mundial por solo un punto de diferencia ¿Qué habrá pensado su familia en ese momento? Poco le importó a James quien se bajó de su McLaren M23 y celebró con un cigarrillo (fumaba 40 por día) y tomando una cerveza.

Siguió dos temporadas y medias más donde sumó 40 carreras y 23 abandonos. En 1977 a pesar de sus tres triunfos no pudo retener la corona que volvió a manos de Lauda. En 1979, desmotivado a bordo de un coche no competitivo como el Wolf, decidió retirarse con 31 años en el mismo Gran Premio en el que había debutado en 1973, en Mónaco. Claro, era el lugar con más glamour de la F-1, donde él se movía como pez en el agua. Lejos de entrar en una crisis por colgar el casco empezó a ser comentarista de las carreras para la BBC junto a Murray Walker, “la voz de la F-1” hasta 2001. La dupla duró 13 temporadas a pesar de las críticas del relator quien aseveró que “su compañero llegaba a la cabina con resaca y sin zapatos”.

En la Argentina, donde Hunt también habría dejado su fama en las camas del Hotel Sheraton de Buenos Aires, corrió en cinco oportunidades. Su mejor resultado fue el segundo puesto de 1975 cuando terminó detrás de Fittipaldi (McLaren) y delante de Carlos Alberto Reutemann (Brabham). Sobre Lole, James recordó una vez que “cuando corría contra Reutemann, él pensaba que estaba loco y yo nunca traté de demostrarle lo contrario”. Fue cuarto en 1978 y abandonó en 1974, 1977 y 1979. En la F-1 corrió un total de 92 competencias y consiguió 10 victorias, 23 podios, 14 poles positions y 8 récords de vuelta.

Volviendo a lo personal hacia 1988 terminó su matrimonio de un lustro con Sarah Lomax, la mujer con la que tuvo sus dos hijos, Tom (34 años) y Freddie (32). La vida familiar mostró un Hunt cambiado. “El padre que conocí era muy diferente del hombre que el mundo conoció”, destacó Tom. “Él se pasaba muchas horas con mi hermano Freddie y conmigo. Lo perdimos joven y me entristece que a medida que pasan los años considero que fue el mejor papá de todos”, agregó. Sarah, Tom y Freddie hicieron de extras en la película Rush (2013) que recreó el duelo entre Hunt y Lauda de 1976. Fue en la escena donde se cuenta la definición del campeonato.

En 1989 comenzó una relación con Helen Dyson, la mujer que cambió su vida de forma definitiva. Cuando la conoció sufría una fuerte depresión por haber perdido la custodia de sus hijos, aunque gracias a ella, dejó el alcohol, el cigarrillo e incluso alguna que otra fiesta que aún frecuentaba entrado en sus cuatro décadas. Hasta que el 14 de junio de 1993, James le pidió matrimonio. Al otro día, falleció de un infarto. Tenía solo 45 años. “No creo que me vaya a morir tirado en una cama…”, dijo alguna vez.

Su amigo y gran oponente en la pista, Niki Lauda, lo definió como “el único hombre cuya vida realmente envidié. Incluso hacia el final, cuando lo vi en ropa deportiva desalineada, sabías que había un hombre que había vivido la vida al máximo”. Y James completó su descripción afirmando que “vivo de prisa porque sé que en la pista puedo morir en un segundo”.

El inglés supo demostrar que sus ganas de ser piloto no fueron un capricho. Tuvo pasta de campeón y lo fue. También marcó una época por su forma de vivir. Era extravagante. Fue el que hizo estragos por su facha, buen estado físico y siendo un insaciable para el sexo aseguró haber tenido sexo con 5.000 mujeres. Incluso recibió el carnet de socio honorario al Playboy Club. El ir a fondo sobre un auto de carrera fue una de sus grandes pasiones. La otra, las mujeres. “Tener varios amores al mismo tiempo es el mejor modo de no ser un tipo celoso”, definió. Sobre el tema en una ocasión le preguntaron a Sir Stirling Moss, el campeón sin corona de la F-1, quien respondió: “no se le puede culpar. Si hubieras tenido su aspecto, ¿qué habrías hecho vos?”

Ese fue James Hunt. No hubo ni habrá otro igual. Único e irrepetible.

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