En plena crisis con España por YPF, el primogénito de la presidenta argentina maneja el poder desde la sombra.
Los problemas se amontonan en un país en el que los legisladores se suben el sueldo un 100%, los sindicatos piden subidas del 30% y la inflación oficial es del 9%. Con el grifo del crédito internacional cerrado la escasez de artículos básicos ya es palpable.
Escribe Evangelina O’regan en ‘La Gaceta’ que la nueva fiebre nacionalista que atraviesa Argentina -el regreso del fantasma de las Malvinas o la guerra contra Repsol-YPF- tienen nombre y apellidos: Máximo Kirchner Fernández.
Estos dos últimos episodios de tensión con España y el Reino Unido han sido la presentación en sociedad del hijísimo de Cristina y posible heredero de la dinastía Kirchner.
Muchos analistas le apuntan como responsable del viraje izquierdista y nacionalista de la Casa Rosada. Unos movimientos que podrían afianzar el kirchnerismo y abrirle camino de cara a las presidenciales de 2015.
Máximo es un perfecto desconocido para los argentinos. No ha protagonizado actos públicos y ha vivido la mayor parte de su vida recluido en Río Gallegos, en el Sur, lejos de los focos de la capital.
La muerte de su padre le obligó a asumir prematuramente el rol que quizá su madre había pensado para él desde niño. Cuentan que Cristina Fernández paralizó la tradición de llamar a los hijos como el padre y no le puso Néstor, sino Máximo, «el más grande», un nombre cargado de significado que remonta al Imperio romano.
A diferencia de otros cachorros presidenciales, Máximo -al que sus enemigos llaman Mínimo por su falta de carisma- no ha entrado ni salido de bares de moda, no ha llevado una vida jetsetera ni se ha codeado con famosos.
El único hijo varón de Cristina -ella admite que es su vástago favorito, de la misma manera que Florencia (su otra hija, de 22 años) era la preferida de su marido- sigue viviendo en Río Gallegos, la ciudad originaria de los Kirchner, a más de 2.500 km de Buenos Aires.
Se ha dedicado a gestionar el patrimonio familiar y vive con su novia, la odontóloga Rocío García, en la casa que fue de sus padres en un barrio de funcionarios.
El pasado julio Cristina Kirchner anunció en Twitter que iba a ser abuela.
«Nuestro hijo va a ser papá. ¡Voy a tener un nieto! ¡CFK abuela! Dios te quita, Dios te da».
Unas semanas más tarde, Rocío García perdía el bebé.
Aunque Cristina está encantada con ella, parece que hay una cierta rivalidad entre las dos. CFK, que quiere impulsar la carrera de su hijo, presiona para que se muden a Buenos Aires, pero su nuera es feliz en el Sur.
Máximo no tiene ningún cargo oficial (todavía). La influencia sobre el Gobierno la ejerce a través de La Cámpora, un grupo de jóvenes influyentes que se unieron para impulsar el proyecto nacionalista de los Kirchner. Es uno de los principales líderes de esta formación, que carece de estructura.
La periodista Laura di Marco, en su libro La Cámpora, explica que es una «organización hermética, con mucho poder, que controla ministerios, medios de comunicación, gestiona recursos».
La Cámpora, que se dio a conocer tras lanzar una campaña contra el diario Clarín, tiene colocados a diputados nacionales, provinciales y hasta a dos viceministros. Y tiene línea directa con la Casa Rosada a través del hijísimo.
ASÍ ESTÁ LA ARGENTINA AHORA
Bloqueo de importaciones
Faltan artículos básicos
Cuenta Carmen de Carlos en ‘ABC’ que librerías, relojerías, supermercados, concesionarios, tiendas de electrodomésticos, ferreterías y hasta hospitales notan las restricciones.
Incluso la compra de divisas o el cobro de dividendos de las compañías con sedes en el exterior tienen problemas. El modelo de Cristina Fernández comienza crujir.
«La piedra angular de su política económica es el superávit fiscal y este se le desmorona», observa Raúl Ochoa, ex secretario de Estado de Energía y asesor del Círculo de Legisladores Nacionales.
Problemas de crecimiento
Pierde fuelle desde 2004
Argentina, con tasas de crecimiento del 8% desde 2004, empieza a perder fuelle. El país sufre una inflación real en torno al 30%, hay control de precios, el Estado subvenciona a todos los sectores de la economía, tiene petróleo y gas, pero necesita importar energía.
Sin saldar la deuda con el Club de París (unos 7.000 millones de dólares), el grifo del crédito internacional está cerrado y el Banco Central hace esfuerzos ingentes para mantener las reservas.
En este escenario la población y los sindicatos (a cara de perro con el Gobierno) empiezan a verle las orejas al lobo de la recesión. Con estas referencias muchos explican las medidas a la desesperada de Guillermo Moreno, el poderoso secretario de Comercio.
Y en este contexto surge el fervor nacionalista que Fernández está reflotando:
«Malvinas-YPF cien por cien Argentina. Frente para la Victoria»
El cartel firmado por el partido de la presidenta habla por sí mismo. Ajustes y sacrificios
Luchar contra los subsidios
Los analistas coinciden en que Argentina no sufre todavía problemas muy graves, pero se avecinan nubes de tormenta sobre su economía.
Según Nicolás Gadano, profesor de la Universidad Di Tella y colaborador de FIEL (Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas), «hay que atacar una solución de fondo y para lograrlo se necesitan hacer ajustes y sacrificios, un trabajo en equipo y coordinación, pero en Argentina no hay Gabinete, hay un reinado».
Según Raúl Ochoa «el 30% de la población vive atada a subsidios y el 85% de la energía y el transporte lo cubre el Estado. Las subvenciones tienen que desaparecer ya, pero el Gobierno no se atreve a tomar la decisión. Lo que hace es retirarlas de forma gradual y sectaria».
Mercado interno
Lo que nunca se debe hacer
Marcelo Pereta, presidente del sindicato de farmacéuticos y bioquímicos, hizo hace varios meses un llamamiento desesperado:
«No tenemos sustitutos para medicamentos oncológicos ni alternativa de genéricos para los pacientes con HIV. Pedimos al Gobierno el ingreso inmediato, sin restricciones, de un listado de medicamentos de los que carecemos de reemplazo».
El grito de auxilio de Pereta hizo recordar la Argentina en depresión de finales de 2001.
«No, no son comparables las situaciones. En 2001 Argentina tenía el cepo del cambio fijo con del dólar por la ley de Convertibilidad, de la deuda externa y los bancos en crisis», advierte Nicolás Gadano.
«El bloqueo a las importaciones es un recurso, equivocado, que pretende frenar la salida de dólares e impulsar el mercado interno —prosigue Gadano— pero el peligro de esa medida es que puede tener el efecto contrario al deseado y paralice la producción nacional porque casi todo lo que se produce hoy necesita algún componente importado».
Y con respecto a los dólares, los problemas son para comprarlos, no para venderlos.
Queja internacional
Incumplimiento
Cuarenta países, a través de la OMC, se quejaron del incumplimiento de los acuerdos comerciales con Argentina. Desde hace meses encuentran que sus productos quedan bloqueados en las aduanas. La situación ha llegado a extremos grotescos.
Más de un millón de libros almacenados y hasta refuerzos vitamínicos para enfermos oncológicos se pudrían en los contenedores. El secretario de Comercio, Guillermo Moreno, no tuvo más remedio que dar marcha atrás y comenzar a liberar una mercancía tratada como botín de piratas.
«La avidez por el dólar y la obsesión por frenar la salida de divisas está mostrando el rostro más desesperado del Gobierno. Quiere recuperar el superávit perdido a cualquier precio».
El ejercicio del poder
Nuevo caudillaje
Una nueva forma de ejercer el poder levanta ampollas hoy en el país. El caudillismo histórico ha dejado de ser cosa de hombres.
El ordeno y mando ya no viste uniforme militar. Tiene voz de mujer, se viste de seda negra y mirar correr el tiempo en Rolex con corona de diamantes. Los ministros son soldados al servicio de una causa sin derecho a discusión: no hay consejo de ministros.
Tampoco la oposición encuentra un cauce viable de participación. El modelo K es, como la España de los años 50, diferente.
No considera necesario rendir cuentas en el Parlamento. La presidenta no pisa el hemiciclo salvo para abrir el periodo de sesiones, y su jefe de Gabinete, obligado por la Constitución a comparecer mensualmente, no lo hizo ni media docena de veces. Las ruedas de Prensa son una ilusión.
«El único interlocutor al que se debe es a su pueblo, que la ha votado dos veces consecutivas», dicen los suyos.
La televisión pública y la agencia oficial de noticias, Telam, es su mejor escaparate de propaganda. También tiene su cohorte de blogueros oficiales para rastrear y localizar todo lo que se escribe contra ella.
Contra la Prensa libre
Disgustada con los periodistas
La presidenta está muy disgustada con los periódicos, semanarios, emisoras de radio y canales de televisión que ejercen la profesión con un sentido crítico. Y está poniendo fin a estos sufrimientos. Ya ha declarado de interés público la fabricación y distribución de papel prensa que estaba en manos del Estado (minoritario) y del grupo Clarín y La Nación. Después anunció el cupo a la importación de papel para ahogar las tiradas de estos periódicos. También mandó a los gendarmes a la oficinas de Cablevisión, distribuidor de canales por cable de «Clarín», como consecuencia de una denuncia interpuesta por el grupo oficialista Vila-Manzano.