El miércoles por la mañana se podía comprar un dólar en el mercado oficial por 6,89 pesos. Por la tarde ya se necesitaban 7,13 pesos para conseguir un dólar
La economía argentina juega al eterno retorno, repite una vez más los errores del pasado. Una inflación desorbitada, el pulso del Gobierno con las eléctricas, una política cambiaria errante y el vacío de poder en la Casa Rosada llevan a las finanzas kirchneristas directas hacia la tormenta.
Y como subraya Eva Pastrana en ‘ABC‘, a nosotros nos alcanzó la marejada por las fuertes relaciones económicas de nuestro país con América Latina.
Tras hacerse pública la depreciación del peso un 3,47%, el Ibex 35 perdía un 3,64% al cierre de mercado, anotándose su mayor caída desde febrero de 2013.
Economistas y medios especializados atribuyeron la abrupta devaluación del peso argentino a un intento gubernamental de actualizar el tipo de cambio, que se encuentra retrasado respecto al valor de mercado, lo que perjudica las reservas internacionales, en su nivel más bajo desde 2006. Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto?
«La fiesta del consumo se ha acabado»
Durante la última década, el Gobierno argentino ha dejado a la deriva su política económica de mercado, centrado en el populismo del subsidio, que alcanza desde el transporte público hasta las políticas sociales.
Esta política manirrota ha disparado la inflación, que roza en estos momentos el 30%. Argentina es junto con Venezuela uno de los enfermos inflacionistas de América Latina.
En un amago de controlar los precios, Kirchner infló la tasa de cambio oficial hasta un nivel irreal, abaratando las importaciones, pero impidiendo a la industria local competir internacionalmente.
La Casa Rosada se vio obligada a acudir a las reservas internacionales del Banco Central, que cayeron un 20% en 2013, alcanzando su nivel más bajo en los últimos 7 años y amenazando con quedarse sin fondos para hacer frente a sus vencimientos de deuda o sus importaciones energéticas, provocando el colapso.
En este contexto, el Gobierno trató de dificultar el acceso de los ciudadanos al dólar, a través del llamado cepo cambiario, un mecanismo que impedía o dificultaba a los particulares comprar dólares.
El problema es que con este mecanismo solo se consiguió crear un mercado paralelo en donde el dólar se vendía a casi el doble de la cotización oficial.
La depreciación del peso argentino sobre el dólar, que alcanzó hace dos días niveles que no se veían desde el corralito, han obligado al Gobierno de Argentina a recular en su política cambiaria. En palabras del Gobierno, la razón es que el precio del dólar «ha alcanzado un nivel de convergencia aceptable para los objetivos de la política económica».
En la opinión de Rogelio Núñez, Investigador de IELAT (Instituto de Estudios Latinoamericanos) la política económica del kirchnerismo está agotada. En otras palabras «se ha acabado la fiesta del consumo y ahora toca pagar». ¿Y a quiénes les tocará pagar?
«A los asalariados como en todas las crisis argentinas», considera Núñez.
Vacío de poder
Estas decisiones se suman a la enfermedad de Cristina Fernández de Kirchner, que ha permanecido 40 días alejada de los focos, creando un vacío de poder que llega en el peor momento, ya que el desgaste del Gobierno ya era importante.
En la opinión de Rogelio Núñez «en Argentina se está produciendo el síndrome del pato cojo», es decir, «la presidencia está llegando a su recta final, no solo por la enfermedad de Cristina, sino porque el Gobierno sencillamente ha perdido credibilidad».
Las elecciones de octubre fueron prueba y consecuencia de ello, también los asaltos y la creciente inestabilidad social.
A eso se añade el pulso que el Gobierno mantiene con las eléctricas, y los sucesivos cortes de energía en la peor ola de calor que recuerda Argentina. En su opinión, «pruebas de que estamos asistiendo al fin del modelo económico kirchnerista».
El eterno retorno
Argentina repite los errores del pasado. La historia de Kirchner recuerda (aunque en menor medida) a la de Raúl Alfonsín en los 80, cuando la inflación mensual alcanzaba el 20% y la deuda externa rondaba los 45.000 millones de dólares.
Además, el famoso «cepo» no deja de ser un «corralito» de segunda. Si en 2001 se prohibió a los argentinos que sacaran efectivo del banco para adquirir dólares, ahora directamente se les prohíbe comprar esos dólares.
«El cepo es al ‘modelo’ lo que el corralito fue a la convertibilidad» considera Martín Tetaz, investigador del Instituto de Integración Latinoamericana.
También el economista argentino Roberto Frenkel predijo hace un tiempo que las consecuencias que implicaría el forzoso abandono del cepo cambiario serían equiparables a las que dejó el corralito financiero de la crisis del 2001. La dirección tomada ahora parece la correcta pero la inflación continúa siendo un gran problema.
Las consecuencias de este viraje inesperado están por verse, pero lo cierto es que en el caso de Argentina la historia suele repetirse.
«Llevan igual durante los últimos 30 años», considera Rogelio Núñez.
Los argentinos y la economía parecen condenados a no entenderse.