A los planificadores comunistas les bastaron 40 años para perpetrar el crimen ecológico

Así fue cómo la industria soviética del algodón se bebió un mar entero

En el lecho del Mar de Aral pueden verse barcos oxidados abandonados.

Así fue cómo la industria soviética del algodón se bebió un mar entero
Un barco en lecho seco del Mar de Aral. PD

El clima también empezó a cambiar. Dejó de llover. El pasto se secó y los pequeños lagos de agua fresca que existían cerca de las costas desaparecieron

Debieron pasar tan sólo 40 años para que el cuarto lago más grande del mundo -el mar de Aral, en el centro de Asia- se secara.

Lo que antaño fueron 60.000 kilómetros cuadrados de agua, con una profundidad en algunos sitios de 40 metros, se evaporaron en el aire.

Ahora sólo queda un 10%.

Esta alteración en la superficie de la Tierra está considerada como una de las más dramáticas en varios siglos.

Los dos ríos más grandes de Asia solían alimentar al mar de Aral: uno -el Sir Daria- desde el norte, el otro -el Amu Daria- desde el sur.

Pero estos dos ríos eran también la fuente obvia de irrigación para la industria de algodón de la Unión Soviética.

Los planificadores soviéticos querían transformar a Asia Central en el mayor productor de algodón del mundo. Y, por un período en los años 80, Uzbekistán cultivó más algodón que ningún otro país.

Sin agua, sin lluvias

A medida que el lago se iba encogiendo, los enormes volúmenes de pesticidas e insecticidas acumulados gradualmente a lo largo de los años se fueron concentrando y los peces murieron por el alto grado de contaminación.

En otras palabras, al desarrollar la industria del algodón los planificadores soviéticos destruyeron el lago y su industria pesquera.

El clima también empezó a cambiar. Dejó de llover.

El pasto se secó y los pequeños lagos de agua fresca que existían cerca de las costas desaparecieron.

Las manadas de antílopes que solían visitar el área se redujeron drásticamente.

Al reducirse, el lago adquirió la forma de un muñeco de nieve con un cuerpo gordo y una cabeza pequeña.

A la cabeza se la conoce ahora como el mar Aral del Norte o Pequeño Mar de Aral. Hay una represa en lo que sería su angosto cuello.

Es la represa de Kokaral la que ha permitido que la superficie del agua aumente tres metros desde que llegó a su punto más bajo en 2005 al llenar el lecho y devolverle la vida.

Pero el pequeño Aral representa sólo el 5% de la superficie total de este mar interior. Por eso, las grandes plantas procesadoras de pescado de esta región siguen todavía sin trabajo, sabiendo que nunca volverán a ser tan productivas como lo fueran antes.
Un hilo de esperanza

Sin embargo, aún quedan esperanzas. Marjan, una mujer de 67 años que vive en el antiguo puerto de Aral en Kazajistán, añora los días en los que la zona no era un desierto.

En su lecho pueden verse barcos oxidados abandonados.

Puede que sea un poco tarde para ella, pero Marjan espera que al menos sus nietos puedan volver a ver el agua golpeando contra los muelles en el puerto.

El gobierno kazajo se propuso expandir el área del Pequeño Mar de Aral hasta alcanzar sus antiguas costas. Junto con el Banco Mundial, invirtió US$85 millones para construir la represa de Kokaral.

Pero lo que puede salvar al pequeño Aral es interpretado como una pena de muerte para lo que queda del Mar de Aral en Uzbekistán.

En el lado sur de la represa en dicho país, la gente está furiosa porque dice que ésta les quitará la única fuente de agua que ingresa en el lago.

Algunos creen que las autoridades uzbecas no está preocupadas por salvar al mar de Aral.

Bajo su lecho se han identificado depósitos de gas y petróleo a los que es mucho más fácil acceder en condiciones secas.

Empresas rusas y coreanas ya están empezando los trabajos.

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