El régimen chavista de Venezuela se ha propuesto un hito histórico: arruinar al país con las mayores reservas de petróleo del mundo, fundador de la OPEP, sin necesidad de una guerra, sino a base de descontrol económico, dejadez en la inversión y decisiones inexplicables.
El abandono de la empresa petrolera estatal, PDVSA, ha hundido la producción en casi un 50% en los últimos años, y las incomprensibles medidas tomadas por Nicolás Maduro han situado al país ante una situación increíble: un país que (todavía) produce y exporta grandes cantidades de gasolina sin obtener apenas beneficio.
La clave es, como subraya Víctor Ventura en ‘El Economista’ este 20 de noviembre de 2018, la incomprensible decisión de regalar la gasolina a sus ciudadanos. Cuando, hace ya tres meses, el mandatario anunció su gran ‘paquetazo rojo’ de reformas (fracasadas) para contener la hiperinflación, Maduro incluyó entre ellas la de aumentar el precio del litro de gasolina a «niveles internacionales».
Nada se sabe aún de esos cambios. El resultado es que, a día de hoy, repostar el depósito de un Boeing 747-8 -con capacidad de hasta 242.470 litros- cuesta unos 4,5 céntimos de euro.
Por supuesto, para los millones de personas que no tienen avión propio sino coche, el combustible es ‘impagable’: su precio es tan microscópico -0,00006 bolívares por litro- que no existe forma humana de pagarlo.
El resultado es que los operadores regalan la gasolina y luego piden una propina para pagarse sus salarios. El efecto real es crear un agujero gigante -y creciente- en las cuentas de PDVSA y, en consecuencia, en las del Estado, que acaba cubriendo las pérdidas de la empresa pública a base de subvenciones.
Si se pregunta por qué Maduro está permitiendo que esto ocurra, no hay explicación alguna. Por lo menos públicamente: la oscuridad y el secretismo en la toma de decisiones del Gobierno cada vez es más impenetrable. Pero resulta inconcebible que nadie esté haciendo nada para detener este hundimiento.
Menos barriles, menos divisas
Según Asdrúbal Oliveros, director económico del centro de análisis venezolano Ecoanalítica, el coste de regalar «cerca de 400.000 barriles al día» en gasolina es de «unos 5.500 millones de dólares» que se podrían obtener vendiendo el combustible a un dólar por litro.
Y eso gracias a que la crisis ha hundido la demanda: «En algún momento del boom de precios petroleros de los últimos años, el mercado venezolano consumía cerca de 700.000 barriles diarios, con lo que el subsidio llegó a ser de casi 15.000 millones de dólares», explicó Oliveros en declaraciones a la cadena BBC.
Pero los problemas no acaban ahí. Aunque el consumo interno de gasolina está cayendo, también lo hace la producción de crudo, que se ha desplomado de forma imparable.
El problema es tal que Maduro ha decidido dar a la producción de petróleo el mismo tratamiento que a la inflación: negarse a publicar los datos para no revelar lo precario de su situación.
Según las estimaciones de fuentes secundarias de la OPEP, la extracción venezolana cayó a 1.171.000 barriles por día en octubre, un 3,3% de caída mensual y un escalofriante 40% frente a la media de 2017. Y hace apenas 10 años, la producción superaba los 3 millones diarios.
El efecto de este desplome ha sido dejar un agujero gigantesco en los ingresos de divisas del Gobierno venezolano, que dependen en un 96% de la exportación de crudo ante la desaparición de cualquier otro bien que vender al extranjero. Según Alejandro Grisanti, director de Ecoanalítica, la caída de producción frente a 2017 supone dejar de ingresar «13.000 millones de dólares» en divisas para el Gobierno.
Todo ello porque «la producción petrolera por habitante se ha ubicado hoy en niveles de 1927». Y las medidas de Maduro apenas son un parche:
«El incremento de las remesas en 2018 es de 1.000 millones, y de las ventas de oro es de 900 millones. Estos ingresos cubren el 15% de lo que perdimos».
Esa caída de divisas ha venido acompañada de un desplome en las importaciones de alimentos y medicinas, una de las causas de la crisis humanitaria que vive el país. Al no tener dinero, el Gobierno ha recortado las importaciones no petroleras -en 140 millones de dólares en el primer semestre del año frente al mismo plazo de 2017, según cifras de Ecoanalítica- y las asignaciones de divisas a empresas privadas -en 250 millones en el primer semestre-.
Y de los cacareados 2.000 millones de euros que Maduro prometió que iba a inyectar en el mercado de cambios no hay ni rastro: en la última subasta de divisas del Banco Central solo se vendieron dólares (concretamente 2,7 millones, una cifra minúscula en comparación con las necesidades de importaciones).
Y el mayor problema es que estos datos pueden ir a peor. Según datos de Bloomberg, las exportaciones de petróleo a Estados Unidos -que sí paga en dólares- cayeron en septiembre a 500.000 barriles diarios, frente a los 800.000 que promedió en los primeros cuatro años de mandato de Maduro. Por contra, el presidente ha prometido aumentar las entregas a China, como pago en especie para cubrir la deuda contraída con el país asiático.
En su reciente visita a Pekín, Maduro prometió dedicar «un millón de barriles» diarios a China, lo que dejaría sin cubrir casi toda la demanda interna y le dejaría sin ingresos en divisas desde EEUU. Salvo que logre aumentar la producción, Venezuela podría acabar obligado a producir petróleo sin ver un dólar de beneficio, solo para pagar deudas.
Y el futuro pinta negro: con los trabajadores de PDVSA huyendo ante los salarios de miseria -que van desde los 4,86 euros al mes para los empleados rasos a los 17 euros para los directivos-, la petrolera estatal al borde de la suspensión de pagos y apenas un 17% de la capacidad de refinado en activo, para Ecoanalítica es más probable que la producción caiga a cerca de 500.000 barriles el próximo año.
¿La respuesta del Gobierno? Prometer una inversión de 5.000 millones de dólares para recuperar la producción de crudo.
Aunque si ese dinero es tan real como los 2.000 millones de euros del mercado de cambios o los fantásticos ingresos por la venta del petro, los venezolanos se pueden enfrentrar a la situación de que la extracción de petróleo les salga a deber.