El periodista filipino José Antonio Vargas, llegó indocumentado a Estados Unidos en 1993 cuando tenía 12 años

El Premio Pulitzer en periodismo de un inmigrante sin papeles

Fue parte del equipo de reporteros del Washington Post que ganó el Premio Pulitzer de periodismo en 2008

El Premio Pulitzer en periodismo de un inmigrante sin papeles
José Antonio Vargas. Facebook.

Han pasado 14 años desde que llegó a Estados Unidos y, aunque admite que ha vivido el sueño americano, todavía es un inmigrante sin papeles

El filipino José Antonio Vargas, al igual que millones de personas en Estados Unidos, ha vivido por años con un secreto: es un inmigrante indocumentado. Claro que muchos podrían decir que no se trata de cualquier inmigrante sin papeles.

Vargas ganó el Premio Pulitzer de periodismo en 2008 como parte del equipo de reporteros del Washington Post que cubrió la matanza en la Universidad Virginia Tech en 2007.

El periodista de 30 años llegó a Estados Unidos en 1993 cuando tenía 12 años.

«Mi madre quería darme una mejor vida. Me envió a miles de millas de distancia para vivir con sus padres en Estados Unidos», relató Vargas en un artículo que escribió en el periódico The New York Times y que tituló: «Mi vida como un inmigrante indocumentado».

Cuando a los 16 años descubrió que sus abuelos habían comprado su green card o tarjeta de residencia permanente, decidió que «nunca le daría razones a nadie para que dudaran de que era estadounidense».

«Me convencí de que si trabajaba duro y conseguía mis objetivos, sería premiado con la ciudadanía. Sentí que podía ganármela», indicó Vargas.

14 años

Han pasado 14 años desde que llegó a Estados Unidos y, aunque admite que ha vivido el sueño americano, todavía es un inmigrante sin papeles.Pero, después de una vida exitosa como periodista y de haber entrevistado a «la gente más famosa del país», ¿por qué decidió dar a conocer su secreto?

De acuerdo con Vargas, ha sido inspiradora la movilización de jóvenes que buscan que se materialice el proyecto de DREAM Act (siglas en inglés de la Ley para el Desarrollo, Asistencia y Educación de Menores Extranjeros) que le otorgaría estatus migratorio a más de un millón de jóvenes indocumentados, muchos de los cuales llegaron a Estados Unidos cuando eran niños.

«Se estima que hay 11 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos. No siempre somos quienes tú crees que somos. Algunos recogen fresas o cuidan tus hijos. Otros están en la secundaria o en la universidad. Y algunos escriben artículos noticiosos que podrías leer. Crecí aquí. Esta es mi casa. Aunque me considero un estadounidense y considero que Estados Unidos es mi país, mi país no me ve como uno de los suyos».

Por más de una década, Vargas consiguió diferentes trabajos tanto de medio tiempo como de tiempo completo. Sus empleadores, explica, muy raras veces le pedían su tarjeta de seguridad social original, que pudo obtener tras hacer el trámite con un pasaporte falso.

«No era nada fácil continuar con el engaño. Mientras más lo hacía, más impostor me sentía, la culpa se hacía más pesada y más me preocupaba que me descubrieran. Pero, seguí haciéndolo. Tenía que vivir y sobrevivir por mi cuenta. Decidí que esta era la manera».

Oportunidad de oro

Vargas se postuló para llevar a cabo pasantías en diversos periódicos como The Wall Street Journal, The Boston Globe y The Chicago Tribune. Cuando The Washington Post le ofreció una oportunidad en su sala de redacción, el periodista no dudó en continuar con su estrategia para sobrevivir, pese a que una nueva barrera legal se le había presentado: le pedían la licencia de conducir.

Tras encontrar la manera de obtenerla en 2003, Vargas contaba con un documento que le permitía viajar, trabajar y desplazarse sin mayores dificultades.

Después de cuatro meses de trabajar como reportero para The Washington Post, Vargas -relata en su artículo- empezó a sentir una creciente «paranoia», era como si tuviera la frase «inmigrante ilegal» tatuada en la frente. Le preocupaba que sus colegas periodistas pudieran descubrir su secreto.

Pero nadie lo descubrió. De hecho fue él quien decidió confesarle la verdad a su editor y mentor Peter Perl.

La verdad

Según Vargas, Perl le dijo que lo entendía y que le recomendaba esperar un poco antes de decírselo a las instancias superiores del periódico.

«Vargas reveló que compartió su secreto a un editor de The Post, Peter Perl (…) Perl, sin embargo, no compartió esa información con sus superiores. Él se negó a hacer comentario alguno el miércoles», escribe The Washington Post en un artículo publicado el jueves en el que ofrece la respuesta oficial a la revelación de su ex empleado.

The Washington Post decidió no publicar el caso de Vargas, pese a que el periodista les ofreció, en marzo, un artículo sobre su historia personal y migratoria.

«El editor ejecutivo Marcus Brauchli mató la historia varios días antes de la fecha pautada para su publicación. ‘Hicimos un análisis concienzudo (que nos llevó a decidir) no publicar la historia (…) Sabíamos que José llevaría su caso a otra parte y no nos sorprende que halló un lugar para publicar su interesante relato’, señala el artículo de The Washington Post.

Ese lugar fue The New York Times, que se encargó de reproducir una confesión con la que se pueden identificar millones.

 

 

 

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Autor

Emilio González

Emilio González, profesor de economía española, europea y mundial en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Autónoma de Madrid.

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