Cuando cometió sus delitos, el Juzgado ya le había impuesto la expulsión de España y la prohibición de regresar durante 10 años
La Fiscalía le pide 57 años y seis meses de cárcel, aunque es difícil saber si en ese tiempo sus víctimas podrán olvidarle.
Cuenta Pablo Herraiz en el diario ‘El Mundo’, que este 21 de noviembre de 2011 comenzó en Madrid el juicio al violador múltiple que en apenas dos meses asaltó sexualmente a seis chicas y fue detenido porque la casualidad quiso que dos policías nacionales pasaran cerca del lugar donde estaba agrediendo a la sexta víctima.
Según el fiscal, en febrero de 2009 Juan Eduardo Loayza, ciudadano ecuatoriano e inmigrante en España desde hacía ya bastante, había sido condenado en firme por un delito de robo con violencia e intimidación. El Juzgado le había impuesto la expulsión de España y la prohibición de regresar durante 10 años.
Pero él no se marchó y un mes después de la sentencia abordó a una joven en un portal cercano al Palacio de los Deportes. La agarró del cuello, la tiró al suelo, le tapó la boca… y la fortuna de la chica fue gritar cuando él empezaba a meterle la mano en la entrepierna. Juan huyó, y no le robó nada, aunque quiso llevarse su móvil y su dinero, según el Ministerio Público.
Poco más de una semana después abordó a otra mujer en el barrio de la Estrella. Igual que en el caso anterior, era de madrugada.
Agarró a la joven, la tiró a unos arbustos bajo la amenaza de «como grites te mato», empezó a asfixiarla, la intentó violar vaginal y analmente, la obligó a hacerle una felación, robó todo lo que tenía de valor y se marchó.
Antes le dijo que «hacía esto por venganza, porque este país le había humillado, a él que era una persona normal y hasta hace poco trabajaba».
Pasó el mes de abril sin que hiciera nada o al menos nada que se haya denunciando o podido probar. Volvió la madrugada y Juan salió como depredador, esta vez en los alrededores del Teatro Real. A su víctima le tapó la boca, la estranguló y le dijo: «Cállate, no hables o te mato, no chilles, túmbate en el suelo, no me mires, no me mires la cara que te mato».
Le subió el vestido y empezó a tocarla, pero al final se conformó con quitarle la tarjeta y el número secreto.
Le dijo que la mataría si el número no era el verdadero.
Ni cinco días transcurrieron cuando se presentó en una solitaria calle de Prosperidad, también pasadas las cuatro de la madrugada.
Metió a la joven en el portal, la metió mano mientras le besaba la boca a la fuerza. Ya con ella medio desnuda, intentó penetrarla, aunque no lo consiguió y empezó a frotar su pene contra la vagina de ella. Después le robó el dinero y huyó.
Dos días más tarde, a la una de la madrugada, ya en una espiral violenta imposible de detener, Juan asaltó a una chica en un portal de Delicias, diciéndole, al tiempo que le agarraba el cuello con las dos manos: «Si gritas te mato, el dinero se puede recuperar, la vida no».
Se la llevó a las escaleras del garaje, donde la sometió a varias vejaciones. Apareció una pareja, pero él amenazó: «Si pides auxilio te mato, puta cállate». Cuando la soltó se marchó con su bolso.
Pero tan sólo dos horas más tarde el depredador ya estaba en el distrito de Hortaleza, donde empezó a ahogar a una chica y la arrastró a una zona ajardinada. Con amenazas de muerte le pidió dinero y como ella no tenía la arrojó varias veces al suelo, sin soltarle el cuello, hasta que se sentó sobre ella y, como recuerda el relato del fiscal, le espetó:
«Dime te quiero», como si dicho por obligación significara algo.
El resto es ya conocido. Aparecieron los dos policías y lo pillaron. Se cotejaron denuncias y se hallaron coincidencias. Si sale culpable de este juicio en la Audiencia Provincial, le pueden caer 57 años y medio.