Honduras es uno de los paises del mundo con mayir criminalidad violenta
La multitud que abarrotaba las instalaciones de la penitenciaría nacional de Comayagua después del incendio se ha esfumado. Ahora es un campo desolado con mucha basura y pelotones de policías dispersos.
Junto a la que se consideraba una cárcel modélica, por su seguridad y su política de reinserción, se siente una fuerte pestilencia a muerte dejada por el incendio que la destruyó y causó la muerte de 355 personas.
Y en medio del estupor, comienzan a aflorar testimonios que ayudan a entender la tremenda mortandad que produjo el incendio.
La Policía Nacional ha difundido una lista de 377 presos «faltantes» y, a la espera de las pruebas forenses, se da por hecho que la mayoría de ellos están muertos, aunque no se descarta que algunos pudieran haber escapado entre las llamas.
El ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, aportó la cifra de 358 fallecidos. En la granja-penal se hacinaban 852 prisioneros, cuando su capacidad es de 400 reclusos.
El jefe de bomberos de Comayagua, Leonel Silva, declaró que los custodios de la prisión pensaron que detrás del incidente se fraguaba una fuga masiva y les imposibilitaron durante media hora combatir el incendio.
«Llegamos diez minutos después, pero no entramos porque los guardias lo impidieron. Aguardamos unos 30 minutos afuera mientras escuchábamos disparos. Luego, nos permitieron el ingreso».
«Las celdas estaban aseguradas con candados».
Explica Manuel Cascante en ‘ABC’ que el portavoz policial niega que hubiera obstrucción a los bomberos.
Los celadores aducen que cumplían con los protocolos de seguridad. El destituido director de instituciones penitenciarias, Danilo Orellana, explicó:
«Los guardias creyeron en un principio que se trataba de una fuga masiva de reos, por eso cumplieron la ley y no permitieron el ingreso de nadie a la cárcel para evitar muertes innecesarias».