Rosa del Carmen Verduzco, conocida como Mamá Rosa, fue liberada en México por la Procuraduría General de la República tras cuatro días bajo custodia por las denuncias de secuestro y maltrato a los niños que vivían en el albergue que ella dirigía.
La fiscalía mexicana alegó su deterioro mental y su edad avanzada -79 años- para no presentar cargos por el momento.
Pero seis trabajadores del albergue La Gran Familia, intervenido el pasado martes por las autoridades estatales y federales por denuncias de privación ilegal de la libertad, maltratos y abusos sexuales, fueron trasladados a un penal penitenciario.
El operativo policial en contra de ella y de su institución, donde vivían más de 450 menores, fue cuestionado por un grupo de 25 escritores, políticos e intelectuales en una carta pública.
El caso del albergue La Gran Familia es visto por algunos como una historia de horror y por otros como una injusticia contra una destacada obra caritativa.
Las autoridades del estado mexicano de Michoacán informaron que comenzaron a transferir a los niños del albergue La Gran Familia a otros establecimientos.
El gobernador del estado, Salvador Jara, declaró que cerca de un tercio de los niños ya fueron trasladados a otras casas.
Niños criados por Mamá Rosa han salido en su defensa.
Los menores, según las autoridades, están siendo enviados a albergues en los estados de Jalisco, Guanajuato, Estado de México y el Distrito Federal.
«Las cosas se están haciendo con muchísimo cuidado, no queremos de ninguna manera afectar a ningún inocente y con quien sea responsable se tomarán las medidas que deben de ser».
Este caso del albergue mexicano ha puesto de relieve la delicada situación de los niños huérfanos o abandonados en México, donde organizaciones no gubernamentales critican la falta de políticas para atenderlos.
Según Alberto Nájar, periodista de BBC Mundo en México, algunos especialistas aseguran que el país tiene un serio problema para atender debidamente a los niños huérfanos, abandonados o víctimas de la violencia.
«El conflicto llega a tal nivel que no se conoce el número exacto de menores en albergues, ni cuántos de ellos son víctimas de abusos por parte de quienes dicen cuidarlos», asegura.