Han 'osado' meterse en el país buscando trabajo
El tipo de ejecución que se muestra en este atroz vídeo se conoce como necklacing: se coloca a la víctima atada a un neumático, y se la prende fuego tras rociarla con gasolina.
La terrible situación de la población de Zimbabwe está alterando la frágil estabilidad social de Sudáfrica. Las relaciones entre ambos países siempre han sido difíciles. Sudáfrica ha confundido la verdadera solidaridad con sus vecinos y sus actuaciones han supuesto más apoyo al dictador que ayuda a la población.
Unos tres millones de ciudadanos de Zimbabwe han buscado refugio en la vecina Sudáfrica. Huyen de la pobreza creada a pulso por las políticas del afortunadamente superado Robert Mugabe y de la violencia.
La llegada masiva de emigrantes de Zimbabwe ha elevado considerablemente la presión en el township de Alexandra (en Joburg norte) donde las masas de sudafricanos negros sufren también condiciones de pobreza, desempleo y encuentran graves dificultades para alojarse.
En Alexandra comenzaron a darse las primeras reacciones violentas contra los emigrantes de Zimbabwe, esta violencia se ha generalizado a toda la zona centro de Johannesburgo y a la provincia de Gauteng en general:
Sería erróneo pensar que esta explosión de xenofobia es simplemente la reacción a la inmigración incontrolada. Es también el resultado de los incrementos en el precio de los alimentos, la caída de los niveles de vida, unas tasas de desempleo por encima del 30% y un gobierno que es percibido como sordo a los lamentos de los pobres[2]
La violencia amenaza no sólo a los emigrantes de Zimbabwe, sino también a aquellos provenientes de Mozambique, Malawi, etc. Los emigrantes extranjeros están buscando refugio y protección durmiendo en comisarías de policía y otro tipo de recintos públicos. La xenofobia desatada culpa a los emigrantes de todos los males y crea un conflicto entre comunidades que nos recuerda más a una situación de apartheid que a la pregonada Rainbow Nation (Nación del arco iris).
¿Necklacing?
Durante la época de disturbios en los townships a comienzos de la década de los noventa la violencia política en Sudáfrica alcanzó sus más altas cotas y quizás la manifestación más bárbara de la misma fueron los llamados neklacing (del inglés neklace: collar) que consistía en linchar a una persona colocándole un neumático viejo alrededor del cuello impregnado de gasolina al que prendían fuego mientras la multitud bailaba repitiendo: necklace, necklace, necklace.
El neklacing fue practicado principalmente por elementos radicales partidarios del Congreso Nacional Africano (agrupados como SDU self-defence units o unidades de auto-defensa) y era un castigo normalmente reservado para los considerados colaboracionistas por su connivencia bien con las autoridades blancas o bien con el movimiento zulú Inkhata.
La transición a la democracia y la aplastante victoria del CNA en los procesos electorales hizo que aquellos episodios de necklacing fueran rápidamente olvidados y que cualquier mención de dicho término fuese considerado políticamente incorrecto. Desde aquellos años tan duros no se había vuelto a ver en Sudáfrica escenas de violencia generalizada black on black y desde luego no se había vuelto a ver a una multitud de sudafricanos negros quemando viva a una persona.
Qué triste es pensar que sean razones exclusivamente económicas las que hayan abierto la espita del odio racial y hallamos vuelto a ver el crepitar del fuego en la carne humana, tantos siglos después de las cazas de brujas y de la Inquisición.
La cifra oficial de víctimas mortales se eleva ya a 23 y a más de 13.000 la de personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares y huir dela amenaza.[3]. Por supuesto, estos brotes irracionales de violencia no se corresponden con el sentir general del pueblo sudafricano que siempre ha mostrado su solidaridad hacia los problemas de sus vecinos del norte.
La escena tiene como escenario a un lugar de Sudáfrica, donde una turba tiene de esta guisa a un grupo de hombres, casi todos adolescentes, que han ‘osado’ meterse en el país buscando trabajo.
Son inmigrantes de su misma raza, somalíes y etíopes, que gritan de dolor envueltos en llamas mientras tratan en vano de huir de su cruel destino.