La alerta parte de Marruecos. Advierten a España que unos 3.000 yihadistas se apostan ya en ese país, listos para dar el salto a España a través de las endebles fronteras de Ceuta y Melilla.
Son veteranos en varias guerras, -Siria, Libia e Irak-, y muchos tienen encomendada una clara misión: entrar en España y en Europa para continuar su lucha.
Según da cuenta ‘El Confidencial Digital‘, el problema es que las fronteras de Ceuta y Melilla presentan fallos graves de seguridad.
Según esa información, una parte destacada de esos sospechosos de querer trasladar la yihad al norte de África y a Europa viven en las ciudades de Tánger, Nador y Tetuán, las más próximas a Ceuta y Melilla, que son los caminos preferidos para entrar en España.
Fuentes policiales a las que ha tenido acceso El Confidencial Digital denuncian que esas fronteras son más permeables de lo que deberían, entre otros motivos porque tienen un tráfico humano desbordante en algunos momentos del día que impide a los Cuerpos de Seguridad españoles ejercer el control de la forma adecuada.
EL CONTROL NO ESTÁ ACTUALIZADO
Hasta 2009 existía un sistema de control con total garantía, cambiado por el subdirector general de Planificación y Medios, Luis Luengo, y el subdirector Felipe del Pozo, que desmontaron el sistema automático de identificación que estaba implantado y que no ha sido restituido.
Desde ese momento, el trasiego de personas no se puede controlar de forma automática en las fronteras de Ceuta y Melilla, que tienen un flujo diario de alrededor de 15.000 personas.
Tarjetas a los porteadores
El sistema de control automático consistía en tarjetas que se hacía a cada uno de los miles de portadores que diariamente pasan la frontera cargados con paquetes, que luego descargan en tiendas o comercios, y que regresan a Marruecos y nuevamente repiten el trayecto.
De este comercio, que mueve alrededor de 1.500 millones de euros al año, viven estos hombres y mujeres, que cargan todo lo que pueden llevar encima para así no tener que pagar aranceles.
Las tarjetas contenían la foto, los datos personales y un chip con la huella digital del titular. Cada porteador tenían que viajar con la identificación, que introducían en una peana, poniendo al mismo tiempo su huella, lo que permitía confirmar que el que pasaba era realmente el titular de la tarjeta.
La información quedaba grabada en una base de datos, que mostraba los movimientos de cada uno de ellos. De esa forma, se sabía con certeza quiénes no habían regresado a Marruecos, y se evitaba que algunos cedieran su tarjeta a alguien que quería pasar a las plazas españolas sin ser detectado.
Las fuentes policiales aseguran que ahora el sistema no ofrece las garantías necesarias, y ese fallo puede ser utilizado por personas indeseables, entre las que podrían estar yihadistas que pretendan pasar la frontera sin ser detectados.