Desgarradoras historias de una desertora de la policía religiosa del Estado Islámico

El regalo de boda para la sádica juez: ¡la cabeza de una mujer decapitada!

La mujer pidió matar a un «infiel» a cambio de casarse de nuevo, tras la muerte de su marido muyahidin en una batalla

El regalo de boda para la sádica juez: ¡la cabeza de una mujer decapitada!
Prisioneras yazidíes Reuters

La Hisbah del grupo terrorista gobierna un territorio de alrededor de ocho millones de personas, con una interpretación retorcida y medieval de la sharia

El líder del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, sancionó a una mujer a ser decapitada como regalo de boda para una «jueza» sádica de la temida policía religiosa del grupo terrorista, según ha revelado el diario británico DailyMail.

La mujer pidió matar a un «infiel» a cambio de casarse de nuevo, tras la muerte de su marido muyahidin en una batalla. Al-Baghdadi sentenció que solo podía tomar la vida de otra mujer en línea con la estricta segregación entre hombres y mujeres. Así el líder dictaminó que la jueza podía cortar la cabeza de otra mujer del Estado Islámico, que reciéntemente había sido acusada de espionaje.

Este bárbaro regalo es solo uno de una larga serie de historias desgarradoras contadas por una desertora de la policía religiosa, Hisbah, del grupo terrorista que gobierna un territorio de alrededor de ocho millones de personas con una interpretación retorcida y medieval de la sharia.

Durante la desgarradora entrevista, Leena -nombre ficticio- otorga una visión sin precedentes acerca del funcionamiento del Estado Islámico.

Describe el sofocante efecto que tiene el miedo en una sociedad donde los niños son utilizados como informantes, donde una mujer fue sentenciada a 80 latigazos en público por «error», donde la lucha por el poder llevó a su jefa a ser decapitada, y en donde las prisioneras yazidíes son concedidas a los combatientes del grupo terrorista como esclavas sexuales.

Leena también ha revelado que hay cinco mujeres británicas en la Hisbah, incluyendo conversas, que al parecer reciben un trato preferencial por los líderes del Estado Islámico. Entre ellas se encuentra una mujer rubia llamada Susanne y una pelirroja llamada Fátima.

«Pensamos que eran héroes»

La desertora del ISIS ha contado al DailyMail que «Cuando los combatientes y mujeres extranjeras llegaron pensamos que eran héroes. Habían venido a luchar por nosotros, arriesgando su vida para luchar por nuestra libertad». Pero pronto quedó claro que solo venían a buscar «dinero, oro y esclavos».

Otro ejemplo de los horrores que Leena veía a diario es la historia de una joven de 27 años y madre de dos niños que fue condenada a muerte después de que la Hisbah descubrió que se había quejado de la vida bajo el ISIS en un mensaje de WhatsApp dirigido a su hermana en Damasco. En tonos tristes y silenciosos, Leena, describe: «Fue un asesinato. Dijeron que estaba conectada al régimen de Assad, que era una espía. Pero la realidad es que ella no recibía su salario y no podía viajar a recogerlo».

A pesar de los enormes depósitos de petróleo, la electricidad de la ciudad proviene solamente de generadores diesel -controlados por miembros de alto rango de ISIS, llamados emires-. Ya no hay aire acondicionado para las familias que viven bajo el sofocante calor del verano que ronda los 50 grados y el suministro de agua es irregular.

Ahora en la clandestinidad y frente a una vida en carrera, con los ojos abiertos de miedo, Leena, explica: «Estoy horrorizada por lo que vi, la brutalidad y la corrupción. Me fui porque vi tantas cosas terribles, tanta destrucción y crueles palizas».

Atraída por el Estado Islámico

En septiembre de 2012, recientemente casada y embarazada de su primer hijo, huyó de los combates en Deir Ezzor -anteriormente una ciudad próspera de las orillas del río Éufrates y ahora el centro de la industria petrolera de Siria-, a un pueblo vecino, que se convirtió en la sede regional del ISIS.

«Lo único que sabíamos era que teníamos que rezar cinco veces días y ayunar durante el Ramadán», dice la joven. «Antes nadie llevaba un niqab (velo facial), ni estábamos obligadas a ponernos la ropa islámica. Leena admite que en un principio se sentía atraída por la línea dura del Islam que románticamente describía el ISIS como el verdadero camino para un musulmán.

Su comunidad, al igual que la mayor parte de Siria y el ISIS, sigue la rama sunita del Islam, que considera al presidente sirio, Bashar al-Assad, como un hereje por ser miembro de los alauitas, una oscura secta dentro de la visión chiita rival del Islam.

Leena se inspiró para aprender más sobre la Ley de la Sharia y completó un programa de adoctrinamiento del ISIS. «Fuimos a las otras aldeas para ayudar a la gente a entender la ley Sharia, para mostrarles el camino del Islam», comenta.

Empleada en la Hisbah

Según los combatientes extranjeros iban llegando a la zona, las familias ofrecieron a sus hijas y a las viudas como novias a los que consideraban como «héroes». «Mi esposo se había unido a los combatientes. Mi amigo me explicó que obtendría un salario de 200 dólares al mes y podía quedarme con mis padres», explica Leena.

Sonriendo al recordar su inocencia, cuenta cómo se unió al Hisbah en mayo 2013: «Me uní al ISIS, trabajando para el Hisbah en la sección que se ocupa de las mujeres. El trabajo consiste en mantener la ley islámica, asegurarse de que las mujeres usan el niqab, que llevan la ropa correcta y se comportan de la manera apropiada con los hombres».

Su primera misión fue infiltrarse en un campo de entrenamiento de la Sharia y espiar a las mujeres jóvenes obligadas a adoptar el estricto código islámico. Las que no se comportaban correctamente eran enviadas a la Corte de la Sharia donde eran juzgadas y se enfrentaban a recibir palizas como castigo.

A cambio de su lealtad, se le ofreció un trabajo como secretaria de una jueza Hisbah, una posición similar a trabajar como empleado de un juez de instrucción, en la localidad de El Mayadin, cerca de Deir Ezzor. Su jefa dictaminaba solo los delitos cometidos por mujeres en un tribunal de la Sharia.

Los castigos

Los castigos a la «culpable» incluyen multas por el uso de la ropa «no islámica» con azotes, amputar manos por robo, la muerte por lapidación por adulterio y decapitaciones por traición.

Sin embargo, pronto empezó a ver terribles injusticias en las sentencias judiciales. «Gente inocente era condenada a muerte». Por ejemplo, una mujer fue detenida por hablar con un hombre en una tienda. Explicó que el hombre era su marido, pero la oficial Hisbah no le creyó. «Fue llevada ante un juez egipcio, un monstruo, un demonio.

Finalmente la mujer siria fue condenada a una terrible paliza: fue azotada como un animal, 80 latigazos, en la plaza principal en frente de todos. Entonces el hombre se presentó con su contrato de matrimonio y resultó que ella era su esposa. Pero ya era demasiado tarde».

Leena afirma que nunca participó en las flagelaciones. En los dos años que Leena trabajó para el Tribunal de la Sharia, se repartieron un sinnúmero de azotes y palizas. También vió tres amputaciones y una decapitación, que tuvo lugar en la plaza principal de la ciudad.

La huída a Turquía

Cuando su jefa, Um Abdullah, fue condenada a muerte, supo que tenía que escapar. «Me sentí muy asustada porque yo era su empleada. Temía que sería la próxima en ser decapitada», cuenta Leena.

En la huída con su familia usaron documentos falsos y se disfrazaron con ropa vieja, incluyendo dos niños menores de cinco años. Viajaron en mini-bus pasando por Raqqa, la «capital» del ISIS, y por el territorio controlado por otros grupos rebeldes. Así cruzaron la frontera de Turquía hace seis semanas.

«Cargaba a mis hijos en mi regazo y estaba asustada por ellos, pero sabía que debíamos salir de Siria. No podía criales bajo el mandato del ISIS, haciéndoles ver amputaciones y decapitaciones», explica la joven desertora.

A pesar de que están fuera de Siria, y lejos de los combates, Leena permanece asustada. Tiene el constante temor de que los agentes de ISIS les van a encontrar y les someterán a un terrible castigo por la fuga. Cambian de casa cada tres o cuatro días.

«Antes de la guerra era administradora del gobierno y mi marido era vendedor. Nos casamos un año antes de la revolución [marzo 2011]. Teníamos una bonita casa y un coche», relata la mujer.

«A mi marido le gustaba pescar y cazar. Éramos felices. La vida ahora es muy difícil, no es segura. Yo no salgo, excepto para comprar provisiones. No podemos quedarnos en Turquía. No hay trabajo para los sirios. Tenemos que ir a alguna parte donde estemos a salvo, tal vez Europa».

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