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El desventurado, de 39 años de edad, se dedicaba a vender pan en su panadería de Bengasi. Ajeno a las guerras y a las consignas islamistas, poco se imaginaba que terminarían por acusarle de proporcionar información a los soldados leales al régimen libio, algo que negó hasta el último momento.
Los yihadistas del Estado Islámico lo sentenciaron así muerte, sentencia que se llevó a cabo en Túnez, tras arrastrarlo por la calle.
La grabación publicada comienza con la víctima siendo entrevistada en un cuarto oscuro, con la clásica vestimenta naranja que portan todos los reclusos del Estado Islámico.
La siguiente secuencia muestra a los terroristas obligando al panadero tunecino a ponerse de rodillas en una plaza pública.
Acto seguido, uno de los yihadistas lee los cargos en su contra y termina su exposición al grito de «muerte al espionaje».
Luego otro combatiente de ISIS da un paso al frente y dispara a la víctima varias veces en la parte superior de la cabeza.