El atentado suicida se perpetró en las últimas horas en Al Anbar, gobernación de Irak que constituye una gran parte del llamado triángulo sunní.
Allí, en la frontera con Arabia Saudí, se encontraba -con cientos de personas en su interior- una base militar con soldados de este último país, que libraban una encarnizada lucha contra los yihadistas del Daesh.
El suicida de turno del EI se lanzó contra el bastión con una furgoneta azul preparada especialmente para la ocasión: plancha de acero en su parte delantera para evitar los balazos que le lanzaban a diestro y siniestro, y con otros artefactos propios para este tipo de misiones, dinamita aparte como es de rigor.
UNA SONADA EXPLOSIÓN
Tras sortear la lluvia de proyectiles, enfila hacia el lugar, penetrando por la puerta principal y haciendo estallar su mortífera carga.
La explosión fue brural, y no quedó ni una piedra en su sitio, y como es lógico no hubo ni un superviviente.
Sus compañeros de faena, mientras tanto, jalean la ‘hazaña’.