El escuadrón de élite que intenta apresarles se llama los Catturandi, 'los capturadores'

La vida secreta de los peligrosos cazadores de mafiosos italianos

La mafia ha formado parte de la vida siciliana por generaciones, al igual que la lucha de la policía por arrestar a sus líderes

La vida secreta de los peligrosos cazadores de mafiosos italianos
Giovanni Brusca fue uno de los mafiosos que IMD siguió hasta su arresto BBC

La mafia ha formado parte de la vida siciliana por generaciones, al igual que la lucha de la policía por arrestar a sus líderes.

El escuadrón de élite que intenta apresarles se llama los Catturandi, «los capturadores».

Uno de sus integrantes habló con el periodista Max Paradiso sobre el mundo oscuro donde operan y cómo ocultó su trabajo a su novia hasta que ésta reconoció su trasero en la televisión.

El único momento es que uno puede ver a un miembro de los Catturandi es cuando arrestan a un mafioso. Son personas sin nombre y sin cara.

Cuando llevan a cabo operaciones aparecen con sus rostros cubiertos con pasamontañas para impedir ser identificados.

«Preferimos que nos llamen La banda de los leones, porque eso es lo que somos: salvajes, libres y listos para atacar en cualquier momento en la jungla», afirma IMD, las iniciales que usaremos para identificarle.

Son menos de 20 en la unidad y las razones por las cuales quieren mantener su anonimato son obvias.

Amenazas

«Hace un tiempo recibías amenazas de muerte por parte de los malos», cuenta.

«Llegaban a enviar cabezas de cabras a tu casa. Era muy desagradable».

En los años 90, recibió también fotografías de la matrícula de su auto, marcada con una cruz roja.

Este tipo de amenazas provocaron que muchos de sus colegas dejaran los Catturandi, pero no IMD.

Y con los años las amenazas de muerte han disminuido.

IMD y sus compañeros pinchan los teléfonos de los criminales a los que vigilan y los siguen por décadas antes de arrestarles.

«Es como si uno viviera con esa gente. Les escuchas cuando tienen hijos, hablan sobre asuntos familiares, ves cómo los hijos van creciendo y estás en contacto con sus emociones», reconoce IMD.

Una de las personas a las pincharon el teléfono era un médico de Palermo, la capital de Sicilia, actualmente preso.

«Era muy culto», reconoce el policía.

«Así, solo escuchándole aprendíamos sobre literatura italiana. Tomábamos apuntes, leíamos los libros que mencionaba a sus hijos. Era como escuchar un programa de radio», recuerda.

«Estábamos fascinados por sus modales, su forma de pensar y su creatividad. Era difícil pensar que se trataba de un mafioso».

Como en aquel caso, las semanas tras un arresto pueden ser muy difíciles.

«Ya no vuelves a verles. Es duro psicológicamente lidiar con esto, ya que formaban parte de tu vida diaria», afirma IMD.

«Empiezas a echarles de menos».

En las dos décadas que lleva en la policía, IMD ha ayudado a arrestar a 300 mafiosos.

Entre ellos, atrapó a Giovanni Brusca, famoso por secuestrar y torturar a un niño de 11 años, hijo de otro mafioso que le había traicionado.

Brusca ordenó matar al niño y disolver su cuerpo con ácido para que su familia no pudiera enterrarlo.

En el momento del arresto, cuando los Catturandi irrumpieron en la casa del mafioso, IMD dijo que tenía sentimientos encontrados.

«Quieres hacerle muchas preguntas: ¿por qué lo asesinaste?, ¿cómo puedes hacer estos a otro ser humano?».

Pero las oportunidades para hablar son muy limitadas y cualquier intercambio suele saber a poco.

Sentimientos encontrados

«Cuando arrestamos a Brusca, alias El Cerdo, comenzó a llorar como un bebé», recuerda IMD.

«Provenzano, el jefe de los jefes, por otro lado, se mantuvo en silencio y me susurró al oído: ‘No sabes lo que estás haciendo'», relata.

«Pero finalmente lo arrestamos y eso es lo que cuenta.»

Brusca era un personaje clave en el mundo criminal que inspiró a IMD unirse a la policía.

El 23 de mayo de 1992, la mafia puso media tonelada de explosivos en una carretera que llevaba al aeropuerto internacional de Palermo, asesinando al mayor juez antimafia de Italia, Gionanni Falcone.

Brusca después fue identificado como la persona que pulsó el botón que hizo estallar los explosivos.

«Estaba en la fiesta de cumpleaños de mi novia que cumplía 18», relata IMD, quien era entonces estudiante de Biología.

«Su padre era el jefe de la fuerza de intervención de la policía de Palermo y los bípers de los policías en la fiesta empezaron a sonar todos al mismo tiempo y se pusieron a llorar. Ése fue el debut de esta chica en la sociedad».
IMD inmediatamente quiso averiguar qué estaba ocurriendo.

Pero al darse cuenta que la carretera al aeropuerto estaba cerrada decidió montar en su motocicleta e ir al centro de Palermo para ver cómo reaccionaba la gente.

«Allá mismo -señala IMD, apuntando a un pequeña plaza- vi a un grupo de jóvenes reír y vitorear mientras comían sus panini. Me acerqué a ellos y les dije que habían asesinado al juez Falcone. Me miraron de vuelta y me dijeron: ‘¿Y a nosotros qué nos importa?'», narra.

«Supe allí mismo lo que quería hacer. Al día siguiente me enrolé en la policía para capturar a cuantos más malos pudiera».
Por ese entonces, pocos sicilianos querían unirse a los Catturandi, en parte porque era un trabajo tan peligroso.

Así que la solicitud de IMD fue rápidamente aceptada.

«La mayoría de la gente que conocías dejaba de hablar contigo o te escupían en la cara porque ser policía era considerado una traición», comenta.

Dejó de estudiar y mientras sus antiguos compañeros de universidad iban a las discotecas a ligar con chicas, IMD monitoreaba a Giovanni Brusca y otros jefes mafiosos como Salvatore «Toto» Riina, quien ordenó la muerte de Falcone.

Mientras seguían a Brusca, IMD y otro compañero terminaron en Cinisi, una pequeña población cerca de Palermo.

«Había un grupo de chicas así que nos acercamos. La idea era conocer a la gente del lugar sin suscitar sospechas. Por supuesto que funcionó, capturamos al fugitivo pero tuve que casarme con una de ellas después», ríe IMD.
Su novia ignoraba lo hacía realmente.

IMD solía contar a sus más allegados que trabajaba en la oficina de pasaportes. Pero cuando él y un compañero arrestaron a Brusca, todo el mundo estaba pegado a la TV siguiendo la operación.

«Cuando mi esposa (entonces novia) vio a esos hombres con pasamontañas reconoció un trasero que le resultó familiar y me llamó. No podía seguir engañándola más tiempo así que le dije: ‘Por favor no digas nada a la abuela o si no todo el mundo se enterará’. Por suerte mantuvo el secreto».

Mafia menos poderosa

La mafia siciliana no es tan ponderosa como hace 20 años, pero sigue siendo un problema para la isla.

«Sabemos que no pueden matar a la gente como solían hacerlo. Así que ahora el sistema ha evolucionado a una red de intereses que infecta la política, finanzas y la estructura de la sociedad siciliana», afirma IMD.
Para algunos, especialmente quinceañeros y turistas, la mafia todavía mantiene una áurea romántica.

En las tiendas de Palermo, los vendedores anuncian camisetas del Padrino, encendedores con forma de pistola y estatuillas de hombres con bigote y pistolas con una mano cubriendo su boca.

Una de estas tiendas está a sólo una cuadra de la Via D’Amelio, una calle residencial donde, en el 19 de julio de 1992, una bomba de la mafia mató a otro juez, Paolo Borsellino.

Era conocido como el «hombre bueno de Palermo» por su lucha contra el crimen organizado.

«Estas calles son una paradoja, como esta ciudad», afirma IMD. «Nos gustaría ser tan civilizados como el resto del mundo, pero no logramos dejar de sentir una fascinación perversa por el submundo criminal».

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