Suplica por su vida, grita como un loco, promete lo indecible… pero ni caso:
«¡Pare, por favor! Voy a decir lo que necesita. Voy a llamar a otro distribuidor de drogas y él llegará con ellas. Juro que dije todo. Dios, no puedo soportarlo más, quiero vivir. ¡Por favor, por favor!».
El encapuchado verdugo se llama Olkhon, y llegó a localidad de Communar, Donetsk, en el sur de Ucrania, -ocupado en la actualidad por los rebeldes que defienden los intereses del Kremlin en la ex república soviética-, para apoyar a los rebeldes prorrusos:
«Este hombre será sacrificado como un perro».
Su víctima, atada desde hace horas a un poste de madera con una cinta roja, es un traficante de drogas. Le queda poco tiempo. No hay nada qué hacer por mucho que se esmere en delatar al más pintado: morirá a golpes de un látigo armado con cables eléctricos.
El orondo ejecutor lo tiene claro:
«El rodaje de películas ha comenzado. Este es el castigo a un traficante de drogas. Los traficantes y adictos, que vengan aquí con nosotros. Tenemos una manera de lidiar con ellos. Vengan y los curaremos a todos. Vivirá hasta que deje de hablar de sus compañeros traficantes y nos haya dado toda la información. Entonces él estará muerto».
Y sigue con su implacable castigo advirtiendo al desventurado:
«No grites tanto que vas a asustar a toda la gente alrededor. Incluso rompí mi látigo en tu espalda, inútil».
El atroz vídeo fue publicado por una comunidad oficial de los rebeldes prorrusos en la red social rusa ‘VKontakte‘.