Con 30 grados de temperatura y vientos de hasta 40 kilómetros por hora, la superficie quemada se extiende de forma imparable. El trabajo duro, apasionado de cientos de bomberos y voluntarios no basta.
Durante una rueda de prensa, la primera ministra de Alberta, Rachel Notley, reconoció con impotencia que poco pueden hacer los centenares de bomberos que están batallando contra las llamas en Fort McMurray y los otros 48 incendios forestales que existen en la provincia.
«Este incendio está lejos de estar bajo control», señaló Notley. También el ministro de Seguridad Pública de Canadá, Ralph Goodale, calificó el incendio como una «bestia», «impredecible y peligroso».
En una semana, las llamas han devorado más de 1600 kilómetros cuadrados. Según el director de prevención de Alberta, ekl fuego se extiende hacia el noroeste y se teme que llegue a la frontera con Saskatchewan. Afirman que la lucha contra el fuego durará meses.
La ciudad de Fort McMurray está en parte destruida y casi todos sus habitantes se han visto obligados a dejarla para guarecerse en refugios. No saben cuándo podrán volver y temen el estado en el que hayan quedado sus casas.
Una decena de compañías petroleras ha suspendido su actividad después de que su personal fuera evacuado. Canadá pierde así un cuarto de su producción, o sea un millón de barriles menos cada día.