Lo denunció una vecina, quien dijo a las bestias del DAESH que el pobre hombre era un brujo de mucho cuidado, y que se dedicaba a hacer conjuros para que sus batallas les salieran torcidas (El tiro con un arma octogenaria con el que el britanico mata a un cabecilla del ISIS a 2 kilómetros de distancia).
De nada sirvieron las súplicas del acusado, quien fue obligado a confesar en un tribunal de la sharia el porqué tenía en su poder extraños dibujos que muesta a cámara a partir del minuto 09:14. La grabación acaba de ser subida por los terroristas a las redes menos convencionales.
Sus verdudos le llevan con los ojos vendados a una abarrotada plaza de su llamada ‘Wilayat Salahuddin’, en Irak, y lo decapitan con una enorme espada al grito de «¡Alá es grande!».
Los yihadistas llevan a cabo numerosas ejecuciones de personas que, a su juicio, hacen hechizos con el fin de hacerles perder su ‘santa cruzada’.