De no haber sido por ellos, a estas horas el oficial de Policía estaría probablemente muerto. La rápida e inusual actuación de ocho prisioneros que estaban recluidos en una celda del tribunal penal de la ciudad de Weatherford (Texas, Estados Unidos), fue decisiva: rompieron la cerradura y salieron al pasillo pidiendo a gritos ayuda, corriendo el peligro de ser abatidos. El único objetivo que tenían era ayudar a su vigilante, quien aparentemente se había desmayado.
Antes de que se desplomase sobre la silla, el funcionario estaba hablando con los presos y les hacía bromas. De repente se desplomó cayendo al suelo. Los reos le tomaron el pulso y uno de ellos acudió al dispositivo de radio del celador para avisar a sus colegas. El agente llevaba su arma reglamentaria consigo, pero no la tocaron.
Los compañeros del mentado llegaron corriendo, según da cuenta ‘USA Today‘. Primero encerraron a los prisioneros y acto seguido procedieron a los primeros auxilios en espera de un equipo de paramédicos. La pistola y las llaves que llevaba el guardia desmayado estaban con él.
En respuesta a la pregunta por qué lo hicieron, uno de los reclusos ha contestado: «Es simplemente un buen hombre». A su vez, el sargento que acudió primero al lugar de los hechos ha admitido que el grupo realmente le salvó la vida a su compañero, quien necesitaba ser atendido dentro de los primeros 15 minutos para poder ser reanimado.
«Sólo se cayó. Pareció una especie de actuación. Pero podría haber muerto allí mismo», contó Nick Kelton, uno de los presos, en una entrevista con USA Today. Fue uno de los héroes de aquél 23 de junio.
El riesgo era muy grande, no sabían cómo podían reaccionar los agentes al verlos afuera. «Teníamos miedo de que se nos vinieran con las armas», dijo Kelton.
Una vez que salieron, hicieron tanto ruido que los oficiales fueron corriendo. Un poco confundidos por la situación, encerraron nuevamente a los prisioneros y le hicieron maniobras de resucitación a su compañero. Luego llegaron los paramédicos y le devolvieron el pulso.
«Tenía las llaves, tenía un arma. Podría haber sido una situación extremadamente mala»,
dijo el sargento Ryan Speegle, el primero en acudir al escuchar el bullicio.
Pero no pasó nada de eso. Hoy todos reconocen la valentía de los presos, que por su determinación salvaron al celador.
Cuando le preguntaron por qué corrieron semejante riesgo, Kelton fue contundente en su respuesta: «Es un buen hombre».