Una cruz encima del campanario sobresale del resto del sobrio convento.
Desde fuera, el hogar de las monjas carmelitas de la ciudad de Nogoyá -en el departamento de Entre Ríos, en el este de Argentina- no luce nada llamativo.
Pero ahora, el lugar está envuelto en una gran polémica por las torturas y flagelaciones que se denuncia suceden en su interior.
Látigos, fustas y cilicios fueron hallados en el allanamiento que la Fiscalía realizó el 25 de agosto y la madre superiora del centro religioso está imputada por «privación ilegítima de la libertad».
A pesar de los testimonios de exmonjas que pasaron por aquel convento, las carmelitas que allí viven y la curía de la región niegan las acusaciones.
Dicen que no se trata de torturas, sino de penitencia.
El destape
El caso dejó de ser un rumor que corría entre las familias de Nogoyá el mes pasado, cuando se publicó un reportaje en la revista argentina Análisis.
A partir de entonces, la justicia argentina inició una investigación que derivó en el allanamiento y la imputación de la madre superiora, Luisa Toledo.
La fiscalía recogió, desde la apertura del proceso, testimonios de antiguas monjas que relataron su experiencia en el claustro de retiro.
«Se apagaba la luz, había que cerrar los ojos y nos teníamos que pegar cada una en las nalgas con el látigo», relató a Análisis una exmonja que estuvo en el convento desde que fue inaugurado en 1988 hasta que escapó en marzo de este año.
«Antes de ello teníamos que levantarnos el hábito y bajarnos la ropa interior. Nos azotábamos en medio del rezo del salmo, que lo hacía la superiora», agregó.
«Yo pensaba que si seguía en el convento me iba a volver loca. Por eso hice mi plan de fuga. Lloraba horas y horas porque el ambiente era de crueldad, de sufrimiento continuo».
El fiscal del caso, Federico Uriburu, explicó que el convento es investigado por los posibles delitos de privación ilegítima de la libertad agravada y reducción a servidumbre, además de posibles hechos de violencia.
La fiscalía confirmó el hallazgo de cilicios, látigos y pequeñas fustas de unos 40 centímetros.
De acuerdo a las investigaciones, las monjas carmelitas debían usar el cilicio, una especie de corona de alambres de púas, hasta tres veces por semana en los muslos.
No se conocen más detalles de la investigación pues la causa fue declarada bajo secreto de sumario.
Daniel Enz, director de la revista Análisis, también fue citado a testificar debido a los detalles de la vida de las monjas que reveló con su reportaje.
«Penitencia»
A pesar de las denuncias, tanto la curía local como las carmelitas rechazan que en el convento se practiquen torturas,
El 1 de septiembre, a través de un video, las mujeres defendieron la vida que llevan.
«Hace 11 años que entré al convento. Estoy feliz de ser esposa de Cristo. Fue hermoso haber respondido al llamado del Señor, no me arrepiento», afirmó una de las monjas.
«Elegí libremente esta vida, que es de oración y de penitencia. No de tortura, que es un término totalmente distorsionado que se está usando afuera ahora».
Juan Alberto Puiggari, arzobispo de Paraná (capital de Entre Ríos), negó también que las prácticas en el convento de carmelitas de Nogoyá puedan calificarse como torturas.
«Las carmelitas mantienen tradiciones que son corporales, no son torturas, no son obligatorias. Libremente, los que quieran pueden usar el cilicio», señaló la autoridad religiosa en una conferencia de prensa.
«Ellas entran ahí, tienen una vida de clausura, sólo salen por una cuestión médica, por un motivo grave y se dedican fundamentalmente a la oración, la penitencia y el trabajo porque viven de su trabajo», afirmó Puiggari.
Silencio
El periodista Daniel Enz explicó a BBC Mundo que una de las mayores dificultades en la investigación del caso fue convencer a las excarmelitas de brindar su testimonio.
«Hay que considerar las características del convento. Es de clausura y tienen un voto de silencio en el interior», explicó el director de la revista Análisis.
Enz relató que después de que logró romper con ese silencio autoimpuesto por las exmonjas pudo conocer los casos casos de desnutrición y flagelos que sucedían en el interior del convento.
El periodista resalta que a partir del caso del convento de Nogoyá se instaló un debate en Argentina sobre la pertinencia de prácticas de autoflagelación a nombre de penitencia en centros religiosos.