Los datos ponen los pelos de punta. Los servicios antiterroristas llevan tiempo advirtiéndolo: el Estado Islámico no solo no ha sido derrotado, sino que se está reconstruyendo a gran velocidad.
El alocado ‘Califato‘ proclamado por la organización en Oriente Medio puede haber desaparecido, pero el grupo sigue activo, continúa matando y, lo más preocupante, está mutando hacia otra forma mucho más difícil de combatir: la de una guerrilla integrada entre la población local.
Esta transformación es conocida desde hace un par de años, pero ha resultado ser mucho más preocupante de lo que se esperaba.
A finales de julio de 2018, un informe del grupo de monitorización del Consejo de Seguridad de la ONU afirmó que el ISIS mantiene aún entre 20.000 y 30.000 combatientes activos en Irak y Siria. Las cifras confirmaban las aportadas por el Pentágono pocos meses antes, que estimaba unos 14.000 miembros del grupo en Siria y «entre 15.500 y 17.100 en Irak».
Según el documento de la ONU, aunque «el flujo de combatientes terroristas extranjeros hacia el ISIS en Irak y la República Árabe Siria esencialmente se ha detenido», el fenómeno de los retornados es «más lento de lo esperado».
En otras palabras: ya casi nadie viaja para unirse a la organización, pero los que lo han hecho siguen ahí. El informe, además, aporta conclusiones inquietantes:
«A pesar del daño hecho a las estructuras burocráticas del llamado ‘Califato’, la disciplina colectiva del ISIS está intacta».
Y entre los restos de los escombros del ‘Califato‘, en los interrogatorios y registros, siguen apareciendo pruebas escalofriantes de la infinita crueldas de los fanáticos islámicos.
Las salvajes bestias del ISIS, que tomaron este lugar situado a orillas del río Tigris y de población mayoritariamente sunita, el 9 junio de 2014, han dejado grabaciones como estas:
En el mismo, se registran las brutales ejecuciones de «espías» a tiro limpio, con la particularidad de que en la primera de ellas el verdugo, un fornido individuo, dibuja a golpe de spray dianas negras en las frentes de sus víctimas antes de ejecutarlas con una escopeta.
El matarife de turno le dibuja así un punto en la frente con aerosol negro que marca el blanco del tiro que está por dispararle.
Las imágenes muestran entonces el momento exacto del impacto y cómo el hombre se desangra en el piso, boca arriba, con la cabeza agujereada por la bala.
El 29 de junio de 2014, el jefe del ISIS, Abú Bakr al Baghdadi, proclamó desde la gran mezquita de Mosul el califato islámico en los territorios conquistados por los yihadistas en Irak y Siria durante campañas relámpago en 2014 y 2015.
Cuatro años después, muertos muchos de sus seguidores y ya casi sin territoio, el ‘Califato’ se reinventa.
La transición parece haberse completado esta semana, con la aparición de una nueva grabación de 55 minutos de Abu Bakr Al Bagdadi, el líder del grupo, sobre cuya posible muerte se ha especulado durante meses.
Autentificada por varios expertos, el discurso es sin duda reciente, puesto que hace referencia a eventos ocurridos en las últimas semanas, como las tensiones entre EEUU y Turquía por el encarcelamiento del pastor estadounidense Andrew Brunson, las sanciones de Washington y el rechazo de Ankara a cumplir con las exigencias estadounidenses respecto al petróleo de Irán, lo que sucede “mientras el área de la yihad se expande”.
En la grabación, “Bagdadi no es un califa contrariado que se lamenta por su califato perdido. Parece haberlo superado, buscando inspirar a su comunidad a rememorar su mayor éxito para planear un camino hacia la gloria futura”, explica Hassan Hassan, experto en el grupo y coautor del libro “ISIS: dentro del ejército del terror”, en un artículo en la publicación The Atlantic.
“Su discurso deja claro que el ISIS recuerda muy bien las lecciones de las dos décadas pasadas. Si sus enemigos también lo hacen será la diferencia entre la victoria y la derrota”