Rurik Jutting, británico de 31 años, asesinó a dos prostitutas indonesias en Hong Kong

El banquero cocainómano tortura a una mujer tres días con juguetes sexuales… y la degüella

Obligó a una de sus víctimas a lamer el inodoro de su casa, antes de degollarla con un cuchillo tipo serrucho

El banquero cocainómano tortura a una mujer tres días con juguetes sexuales... y la degüella
Rurik Jutting y sus víctimas TV

Grabó los dos espeluznantes asesinatos con su teléfono móvil, hasta las cejas de cocaína y con una frialdad y sadismo que pone los pelos de punta. Es el banquero británico, Rurik Jutting, de 31 años, detenido en el año 2014 por asesinar a dos prostitutas indonesias en Hong Kong.

Los cadáveres fueron encontrados en su lujoso apartamento cerca del barrio rojo de la ciudad, según da cuenta AsiaOne. A una de ellas la matió luego en una maleta y la dejó en la terraza de su casa una semana, mientras seguía haciendo de las suyas. Ahora se le juzga.

Rurik Jutting tenía una carrera brillante. Graduado en la prestigiosa Universidad de Cambridge, trabajaba en Merrill Lynch y fue trasladado a la citada ciudad, donde pasó a ganar 450 mil dólares al año. Su vida se desarrollaba tal como la había planeado: lujos, dinero y mujeres. Y excesos, obviamente.

Fue así como que lo que planificó como una maratón sexual terminó en un doble crimen con detalles espeluznantes que la corte debió escuchar este lunes. Jutting fue acusado de asesinar a dos trabajadoras sexuales de Indonesia con quienes quiso pasar noches repletas de sadismo y crueldad.

El banquero grabó todo con su smartphone. Incluso cuando le cortó el cuello a una de sus huéspedes en su hotel de lujo en Hong Kong. Ellas eran Sumarti Ningsih, de 23 años, y Seneng Mujiasih, de 26. Hoy, Jutting pretendió declararse culpable de un cargo de homicidio menor al que la fiscalía quiere imponerle. El pedido no prosperó.

El fiscal John Reading describió este lunes 24 de octubre de 2016 cómo el 25 de octubre de 2014 el acusado sometió a Ningsih a impiadosos actos de violencia usando su cinturón, juguetes sexuales, tenazas y sus propios puños. Pero no fue una noche. Todo transcurrió durante tres interminables días. Incluso, el banquero inglés obligó a su víctima a lamer el inodoro. Fue en ese momento cuando le cortó el cuello.

«Luego de torturarla durante tres días, la llevó al baño, la hizo arrodillar frente al toilet con sus manos atadas en su espalda. Hizo que lo lamiera y luego le cortó su garganta con un cuchillo serrucho», explicó Reading. El cuerpo permaneció allí por unos días, hasta que lo escondió en una maleta y dejó en el balcón.

Jutting se grabó en su teléfono celular y confesó el brutal homicidio. En él dice: «Definitivamente no pude haberlo hecho sin cocaína».

Días después, en un bar de Wan Chai, conoció a Mujiasih. Le ofreció una gran suma de dinero para tener sexo. Aceptó. Fueron a su departamento y comenzó el segundo crimen. Al ingresar, la mujer vio una mordaza hecha con cuerda que estaba en el sofá. No le gustó la escena y comenzó a gritar. Jutting tomó un cuchillo que estaba escondido entre los cojines y le advirtió que dejara de gritar.

«Continuó luchando y gritando, y él le cortó la garganta», contó Reading a los jurados. Grabó otro video con su iPhone. Muestra el cadáver de la joven y le dice a la Policía que había tomado el resto de la cocaína que tenía. Llamó al número de emergencia. Al llegar, los agentes vieron la escena. Seneng estaba aún con vida, pero los paramédicos no pudieron salvarla. El banquero confesó todo.

Jutting enfrenta cargos que lo llevarían a vivir el resto de su vida en una prisión de Hong Kong. El juez Michael Stuart-Moore advirtió al jurado que había aspectos «particularmente horribles» en este caso y les indicó que las fotografías en color que había como pruebas «no son placenteras de mirar. Son extremadamente perturbadoras».

La vida de Jutting en Hong Kong, donde arribó en 2013, era de excesos y nocturnidad. Era usualmente visto en clubes de strip tease. Viajaba regularmente a Filipinas para tener encuentros sexuales extremos. Las jóvenes tenían visa de turismo. Antes habían ingresado a la isla para trabajar como servicio doméstico, pero tiempo después cambiaron su profesión.

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