Luchan armados hasta los dientes por la independencia del Kurdistán, territorio que comprende partes de Irak, Siria, Irán y Turquía, y se llevan por delante a quien haga falta. Cuarenta mil muertos a sus espaldas en su currículum, y el presidente del partido Abdullah Öcalan, poco puede hacer para apaciguar los ánimos desde la celda en la que cumple cadena perpetua desde 1999. Es el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, PKK, cuyo brazo armado son las sangrientas Fuerzas de Defensa Popular (HPG).
Con una férrea inspiración leninista-marxista, sus militantes sn considerados como terroristas por Turquía y la UE, y poco importa si dicen representar los derechos culturales de los 15 millones de kurdos que se estima viven en este citado país. Sus brutales atentados los desacreditan haya donde vayan.
Los soldados turcos han apresado durante estas últimas horas a dos de sus militantes, a quienes han ejecutado sin contemplaciones: a una le han volado la cabeza a tiros y a la otra la han arrojado por una especie de acantilado mientras hacían lo propio con sus armas automáticas. Las acusaban de asesinar a mansalva a militares, haciendo gala de un feroz sadismo.
Turkish soldiers captured alive two Kurdish female fighters was executed. @sayed_ridha @WashingtonPoint @tolgatanis pic.twitter.com/8omlfbkL88
— Sîdar Simbêlazer (@simbelazer) 29 de octubre de 2016