Los diferentes movimientos kurdos llevan casi un siglo luchando con ahínco contra todos aquellos que buscan su desaparición como pueblo. Esto es lo que ha ocurrido desde las primeras grandes revueltas del siglo pasado, como la del cheikh Said en Turquía, y las sucesivas sublevaciones en Irak, Irán y Siria.
Ni siquiera es la primera vez que se enfrentan a una amenaza de tipo yihadista. Ya ocurrió en los años 80, cuando el ayatolá Jomeini les declaró ‘la guerra santa’ en Irán, o en los años 90 haciendo frente en Turquía a un Hezbolah (Partido de Dios) apoyado y armado por el Ejército turco, o cuando entre finales del siglo XX y comienzos del XXI tuvieron que combatir en Irak a Jund al Islam (Soldados del Islam), una organización que, años más tarde, formaría Al Qaeda en Irak y después el actual Estado Islámico de Siria e Irak (ISIS).
Hay cerca de 40 millones de kurdos repartidos entre Turquía, Siria, Irán e Irak, y luchan armados hasta los dientes por la independencia del Kurdistán, territorio que comprende partes de Irak, Siria, Irán y Turquía, y se llevan por delante a quien haga falta. Cuarenta mil muertos a sus espaldas en su currículum, y el presidente del partido Abdullah Öcalan, poco puede hacer para apaciguar los ánimos desde la celda en la que cumple cadena perpetua desde 1999.
Es el Partido de los Trabajadores de Kurdistán, PKK, cuyo brazo armado son las sangrientas Fuerzas de Defensa Popular (HPG). Y a este pertenece el triste protagonista del vídeo que acompaña a estas líneas, lanzado durante las últimas horas por el autodenominado Estado Islámico.
En el mismo, un imponente verdugo decapita ‘a medias’ a su prisionero, dejando que sufra una terrible agonía mientas se ahoga en su propia sangre y se asfixia, por la falta de oxígeno. Terribles escenas grabadas en la ciudad siria de Raqqa.
El vídel recoge además otra ejecución con el mismo método de otro compañero del infortunado, ambos acusados de «apóstatas».