El ex primer ministro británico Winston Churchill había escrito sobre la vida extraterrestre y las posibilidades de hallar una nueva civilización más allá de la Tierra en un ensayo que vio la luz hoy y que sorprendió por la lucidez de sus conceptos.
Además de ser un líder sensacional durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill era un lector voraz y un apasionado por los temas de actualidad científica y tecnológica. Escritos sobre la evolución de las especies, sobre el futuro de los diarios y revistas e incluso sobre el hidrógeno y sus múltiples funciones eran parte de sus textos entre los años 20 y 30.
Pero además de curioso, el estadista inglés los aplicaba. Durante su mandato y en plena guerra con el nazismo, alentó el desarrollo de radares e incluso de la tecnología atómica en caso de tener que usarlos contra los expansionistas enemigos. Incluso contrató a un asesor científico para tener bien cerca. Siempre repetía a sus colaboradores que la guerra se ganaría con «reglas de cálculo» más que con armas. Tuvo razón.
En su última publicación en Nature, el astrofísico Mario Livio contó cómo fue a dar con un ensayo inédito del Sir inglés. Fue puesto en sus manos por el director del Museo Nacional Churchill en Fulton, Estados Unidos, Timothy Riley. Allí, tal cual cuenta en la revista, Livio leyó algo que lo impactó.
En una de sus páginas, el británico se preguntaba «¿Estamos solos en el universo?». El texto -tipeado a máquina y que nunca fue publicado- había sido escrito entre 1938 y 1939, antes del comienzo de la Segunda Guerra pero poco tiempo después del dramático relato radial La Guerra de los Mundos, que generó terror en gran parte de la población de los Estados Unidos y generó una fiebre por la vida extraterrestre.
Los papers estaban en poder de la publicista de Churchill Emery Reves, quien jamás le dio entidad para ser editado.
Livio examinó el ensayo y quedó sorprendido. Allí pueden leerse conceptos muy avanzados para la época. Desde un comienzo, el ex primer ministro explica que «todas las formas de vida que conocemos requieren de agua» y que tanto los cuerpos como las células están compuestas de ella.
Churchill se basa en un «principio copernicano» por el cual, dada la expansión infinita del universo, es de creer que es poco probable que sea la Tierra la única depositaria de alguna forma de vida. En tal sentido, el caballero inglés incluso describe lo que para él son lo que se conocen hoy como «zonas habitables». Para él, la vida puede sobrevivir en regiones «entre unos pocos grados de frío y un punto de ebullición del agua». En esas líneas describe cómo nuestro planeta depende de la distancia al Sol.
También relata lo que para él es fundamental: la capacidad del planeta para mantener su atmósfera. «Considera la habilidad para retenerla, explicando que cuanto más caliente sea el gas, más rápido sus moléculas se mueven y más fácil pueden escapar», cuenta Livio. Teniendo estos factores como determinantes, Churchill concluye que Marte y Venus son los únicos que podrían alojar vida. Los otros globos no son tenidos en cuenta por este estadista político: o son muy fríos o están muy cercanos al Sol.
En sus conclusiones, Churchill deja la puerta abierta para aquellos planetas fuera del sistema solar que podrían tener sus propias estrellas como fuentes de energía. Según el inglés, algunos tendrán «el tamaño correcto para mantener el agua en su superficie y la posibilidad de que la atmósfera perdure» y además «estar a una distancia propicia de su sol para mantener una temperatura sustentable». Esta última aseveración sorprendió a Livio: fue hecha décadas antes de que en los 90 finalmente se comprobara que existían planetas fuera del sistema solar.
«Algún día, posiblemente en una distancia no muy lejana en el futuro, será posible viajar a la Luna o a Venus o Marte», vaticinó Churchill.
«Yo, por ejemplo, no estoy tan impresionado por lo que estamos haciendo aquí que estaría dispuesto a pensar que somos el único lugar en este inmenso universo que contiene vida, criaturas pensantes, o que somos los más desarrollados mental y físicamente que hayan aparecido en la vasta brújula de espacio y tiempo».