Parece resignado a su suerte. Sabe que no hay escapatoria y que sus excusas caerán en saco roto. Es un joven delincuente brasileño que va a ser ejecutado por sus antiguos compañeros de fechorías
Y todo porque le acusan de haberse chivado a la Policía sobre un ‘pase’ de droga, unos pocos gramos que venden en las calles de Río.
Son los pequeños traficantes de esos lares, los mismos que siguen a pies juntillas las andanzas de los grandes capos, aquellos que hace poco sembraron de terror y anegaron en sangre varias cárceles del país.
El infortunado baja la cabeza y espera maniatado el tiro de gracia. Los facinerosos le cortan luego uno de sus brazos, en una escena atroz.