Los terroristas del autoproclamado Estado Islámico no hacen diferencias. Ni siquiera los propios musulmanes sunitas, de la misma rama del grupo yihadista, están a salvo. Hana es una joven yazidí de 26 años que sufrió un calvario mientras permaneció cautiva.
Su marido había huido de la ciudad siria de Hawijah, todavía en control de los extremistas, en abril de 2016. Ante esto, los terroristas le comunicaron que la huida de su marido la convertía en «apostata» y a partir de ese momento comenzó una verdadera pesadilla.
La obligaron a casarse con el líder yihadista de esa región. Ante su constante negativa, la madre de tres hijos se convirtió en una esclava sexual de los terroristas.
«Mátenme, pero me niego a hacer eso», respondió ante la orden de ISIS, según relató Hana a Human Rights Watch.
Pero los yihadistas no la asesinaron. Fue vendada, golpeada con cables de plástico y abusaron sexualmente de ella frente a sus hijos. «La misma persona me violó todos los días durante un mes, sin venda en los ojos, siempre delante de mis hijos», recordó.
«Mi hija sufre de una discapacidad intelectual, por lo que ella no entiende lo que vio, pero mi hijo mayor lo menciona a menudo. No sé qué hacer», agregó.
Un mes después de ser capturada, el padre de Hana la encontró y negoció con ISIS su liberación. Pagó 500 dólares y entregó un auto.
Asimismo, los terroristas lo obligaron a firmar un documento en el que señalaban que si intentaban escapar del territorio controlado por ellos serían asesinados.
El yihadista que abusó de Hana, por su parte, dijo que quería casarse con ella. Pero tanto la joven como su padre se negaron.
En enero de este año, finalmente Hana y su familia lograron escapar a la ciudad iraquí de Kirkuk, hoy controlada por las tropas gubernamentales.