La justicia popular, así en minúscula, es un fenómeno al auge en la devastada Venezuela (América Latina es el centro mundial del asesinato y la Venezuela chavista su ‘paraíso’).
Los pandilleros, armados hasta los dientes, actúan con total impunidad bajo la cómplice mirada o la indiferencia de las autoridades, que bastante tienen ya con la que está cayendo en el país (Venezuela: La macabra historia detrás del entierro de un hombre en su propia casa).
Así, los linchamientos están a la orden del día y los castigos a los delincuentes, -los malandros en esos lares o bataneros en este caso-, se las ven y se las desean para no morir bajo las garras de la iracunda población, harta de los desmanes y robos (Donald Trump lo dice muy claro: «Venezuela es un desastre y hay que limpiarlo»).
El vídeo que nos ocupa, subido cómo no a las redes menos convencionales durante estas últimas horas, tiene por protagonista obligado a un ladronzuelo de poca monta que ha robado una especie de cortadora de césped de un aserradero, en un lugar no determinado, y que es sorprendido por unos niñatos con pistola que no están dispuestos a dejar pasar tamaño desmán.
De esta forma, le hacen juntar las manos como si estuviera rezando y la descerrajan un tiro en las mismas, para acabar pegándole otro en una pierna. El más compasivo del grupo, evita que en última instancia le disparen en la entrepierna. La víctima se excusa diciendo que sustrajo el artefacto «por necesidad».